domingo, 14 de noviembre de 2010

Juntos otra vez


Nadie te está mirando, me convencí a mí misma. Nadie te está mirando. Nadie te está mirando.
Mientras caminaba de un lado a otro por el largo pasillo esperando poder entrar en la habitación, eché un vistazo y allí estaba ELLA, que tenía el torso totalmente torcido en mi dirección. Sus ojos me perforaban, así que me encogí preguntándome por qué no bajaba la vista.
Fue entonces cuando recordé que nadie podía reconocerme, iba totalmente disfrazada. Intenté aferrarme  a la idea de que ella realmente no me había conocido, sino que estaba intentando reconocer mi identidad. Mi identidad, suspiré.
Parecía una hiena cuando quiere analizar a su presa pero, al menos, todavía no se había abalanzado sobre ella.
Cuando se nos permitió entrar, lo hice la primera con el ansia de verlo a él. Habían hecho todo para salvarlo pero, al final, nada se consiguió.
Cuando entré, no pude evitar echar una ojeada a la información que había en una de las paredes: MUERTE PROVOCADA POR ASESINATO. Bala con calibre 0.35 introducida en la cavidad del corazón.
Dios mío, pensé para mis adentros, cuántos errores se han cometido para haber sido acusada de asesinato.
Estaba a punto de echar a correr, pero recordé todo lo que había hecho para llegar y lo que me había costado conseguirlo. Me las había apañado de mala manera para entrar al hospital sin que supieran mi identidad. Si hubiera tenido la cabeza en otra cosa, no habría ido, pero mis pensamientos estaban en él.
Di unos cuantos pasos y llegué a la cama donde se encontraba. Cuando lo vi, no pude evitar que se me saltasen las lágrimas. Estaba allí por mi culpa. Días antes habíamos tenido una gran discusión  que acabó en una tragedia. Lo único que recuerdo fue cuando salí corriendo y lo dejé sangrando…, después de haber apretado el gatillo.
Por mi culpa se había suicidado, por culpa de insinuarle que debíamos separarnos. Debido a ese suicidio, yo soy una de las principales acusadas.  Por haber salido corriendo, todos creen que lo asesiné.
Me quedé mirando su frágil cuerpo inerte. Esta sería la última vez  que lo vería. Me quité el disfraz que llevaba a todas partes. ¿Y tener que esconderme por algo que no he hecho? Esa era la pregunta que me hacía una y otra vez, pero yo sabía que si no me escondía, ELLA intentaría hacerme la culpable de lo sucedido. Porque ELLA me odiaba… Porque ELLA era…, su madre.
Fue en aquel momento cuando se abrió la puerta y ahí estaba ELLA mirándome perpleja. En su mirada había odio.
-Tú, ¡jajajajaja! -Sabía que esa mirada escondía algo que conocía -Ahora cargarás con todo el peso del crimen de mi hijo. ¡Jajaja!
Todos creen eso. Ella cree eso, pensé para mis adentros. Fue en aquel momento cuando no le encontré sentido a mi vida. Me dirigí a la ventana, suspiré y en aquel momento lo vi a él. Allí estaba esa luz resplandeciente, mi luz, ya por fin volveríamos a estar juntos, sin más separaciones.
Yolanda Molina Molina, 4º E.S.O. A

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