sábado, 28 de enero de 2012

Interpretación personal de un fragmento de La Metamorfosis


Franz Kafka, en uno de los fragmentos de su célebre Metamorfosis, nos muestra cómo un joven, Gregorio Samsa, se encuentra a la mañana siguiente de haber concebido un sueño intranquilo con que su cuerpo ha pasado de ser el de un humano a ser el de un insecto de dimensiones excepcionales.
En conclusión, podría decirse que el texto en sí abarca toda una metáfora en la que es posible deducir la extrema prontitud de la transición del niño al adulto, de la larva a la mariposa. Y es que todo lo que nos rodea, según mi parecer, reside en una única palabra: CAMBIO.
Según los expertos, la adolescencia es la etapa más conflictiva de la evolución que sigue una persona; los hechos y experiencias de muchos estudios y encuestas así lo constatan. Incluso, la madre del protagonista reproduce la siguiente frase: «Gregorio, ¿no tenías que ir de viaje?», en la que se interpreta que el término “viaje” hace referencia al camino en el que cada uno se hace y se encuentra a sí mismo; camino que para recorrer, es imprescindible alcanzar el último eslabón.
El sueño intranquilo durante el cual se produce la metamorfosis de este joven, no es ni más ni menos que el final de un proceso que nos permite percibir no parcial, sino totalmente, nuestra realidad; captar con suficiente nitidez qué es eso que oímos denominar “vida” desde que nacemos, captar de qué data exactamente de qué va la asignatura de la existencia.
Pero ya decía un famoso poeta de siglos tempranos que “despertar es morir”, y así pues, eso que nosotros tardamos tanto tiempo en encontrar representa para el universo menos que un pestañeo, menos incluso que una milésima de segundo.
Sin embargo, también dicen que somos polvo de estrellas, ¿no es cierto? Por eso a mí me gusta pensar que cada alma que perece, y con ella cada recuerdo hermoso o embriagador, no se pierde en la eternidad del silencio, sino que cede y se funde en un último cambio de tal manera, que nace una estrella más en el firmamento.
 
MARINA JIMÉNEZ SALDAÑA (1º Bachillerato)

Una manía incomprensible



Julio Cortázar, autor de Historias de Cronopios y de Famas, en uno de sus aleccionadores fragmentos, “Una manía incomprensible”, nos narra su experiencia frente a la anecdótica fobia de su propia tía a caer de espaldas, e incluso a yacer boca arriba.
Los científicos han definido el miedo como una mera reacción de supervivencia al medio, mas si esto es tan aplicable en el campo animal como en el humano, ¿qué explica entonces la existencia del suicidio?
Es cierto que el número a considerar de lóbulos frontales que caracterizan el cerebro de nuestra especie determina de algún modo toda clase de temores imaginables; una gama vasta y compleja como el infinito en sí.
Padecemos, por tanto, del miedo a la indiferencia, del miedo al fracaso, del miedo a la enfermedad, del miedo a lo desconocido, del miedo por aquellos a los que amamos y hasta nos acontece el miedo al ordinario pavor.
Y sí, es relativamente estrafalario el pensar que un conjunto de conexiones intercelulares sean capaces de provocar en las personas efectos tan inverosímiles, contradictorios y dispares. Pero yo sostengo, sin embargo, que todas nuestras más íntimas inquietudes son fruto de un único progenitor: el miedo al dolor. Nuestra sociedad critica a las nueve personas que al día se arrancan sin miramientos la vida en España, pero es que hay veces en que la única manera de subsistir al sufrimiento, es dejar de existir, abandonarse a la otra cara de la luna.
Es una doble guerra la que el individuo mantiene consigo mismo, incesante, y las retiradas a tiempo siempre son un punto a tomar en cuenta; mejor no sentir nada, a ser una piedra sin alma ni rumbo fijo.
Por ello, esta emoción de la que aquí hablamos es simplemente una forma más de autoprotección, de alerta, de aviso -descontando por supuesto las fobias sin sentido.
La verdad, por ejemplo, es un dolor sano, mas sin mesura puede acabarnos; por eso nos encontramos con corazas e hipocresías que defienden lo que a ojos ajenos se pretende reflejar.
En conclusión, podríamos decir que el hombre vestido de poder es el animal más fuerte de todos, pero con sus miedos al desnudo hasta un ácaro de polvo lo supera.
 
MARINA JIMÉNEZ SALDAÑA (1º Bachillerato)

Esclavos en libertad

     Guillermo de la Dehesa es un conocido economista y abogado que actualmente reside en el Centro de Investigación de Londres, participando a nivel mundial desde sus funciones.
      Uno de sus escritos fue publicado en El País en 2007, tratando los innumerables beneficios que conllevaría en pasar del dinero en efectivo al electrónico y en cómo, por el contrario, se afanan los Estados por recaudar un material cuya ausencia de tráfico podría aminorar la delincuencia considerablemente.
      Yo me decanto por la opinión del autor, apoyando la desaparición de la moneda y el billete, que no son más que otro modo de controlar a los ciudadanos Y es que, es curioso pensar cómo algo tan sencillo como una minúscula porción de papel de algodón puede poseer y condicionar la mente humana, de carácter aparentemente tan voluntarioso, de tal manera que pueda corromper, a mi parecer, lo más hermoso que puede conservar un hombre: su dignidad.
      Así pues, detenerse por un momento ante el espejo no es malo; como tampoco lo es reflexionar sobre nuestra supuesta evolución. La venda que nos han impuesto no es ni más ni menos que la lucha por una sociedad más favorable, cuando incluso nos han hecho prisioneros de nuestras propias decisiones. Siempre hay un límite. Siempre está el reloj; ese que nos enseña hasta dónde alcanzan nuestras fuerzas, hasta qué punto se vive para trabajar y hasta cuándo una persona deja de ser persona para someterse al servicio de una increíblemente insignificante minoría.
      Sí, es triste; también frustrante. Pero eso no ha impedido que la historia se haya escrito; que se haya avanzado, por supuesto, gracias a la constante revolución.
      No somos perfectos. No somos nada. Solo representamos un animal más perdido en la inmensidad de lo que implica la existencia; animal que se ha empeñado desde sus inicios en mostrarse héroe, sin admitir que es esclavo de sí mismo. ¡Qué ironía! ¡Qué decepción!
      Y no digo que las reglas sean omisibles; de hecho, es por ellas por las que el hombre aún no se ha destruido. Lo que digo es que para haber poblado todo un planeta, no albergamos el suficiente coraje como para abatir aquello que determina cada acción que llevamos a cabo; porque formamos parte de muchos ciclos, pero ningún elemento nos desgasta tanto como el dinero.
      Y es que solo es un “término”, pero nos hemos empeñado en proporcionarle tanta fuerza, que ahora nuestra vida gira en torno a él.
MARINA JIMÉNEZ SALDAÑA (1º Bachillerato)

domingo, 15 de enero de 2012

Copla


Tenerte y para siempre
era mi mayor locura.
He pensado siempre en ti
desde que estaba en la cuna.

 
MARÍA ORTIZ MARTOS (1º E.S.O. B)

El acoso escolar


     El acoso es un tema de actualidad. ¿Cuántos chicos y chicas lo sufren sin que se enteren los adultos? Muchos. Y muchos son los jóvenes que van al cole o al instituto porque sus padres los obligan y estos no entienden la desgracia que manifiestan y los motivos que se inventan algunos para faltar a clase, para no “sufrir” otra jornada con sus compañeros.
     En la mayoría de los casos la “víctima” no dice nada a sus profesores, se enfrenta sola al problema creyendo que pasará pronto, que algún día se cansarán y la dejarán tranquila.
     ¿Podrían solucionar algo los mayores o estropearían más el asunto?
     La persona acosada se siente marginada, no es aceptada en el grupo como una más, es un “bicho raro” un espécimen extraño, no hace las cosas como los demás. ¿Por qué realizar la tarea a diario? ¿Por qué sacar buenas notas en los exámenes? Eso ya no se lleva. Ahora se comparan las notas y es más guay el que más suspensos saca y además es el más popular de la clase.
     El refugio de estos chicos que son acosados, a veces es un mundo imaginario en el que ellos son aceptados por los demás de igual a igual; un mundo en el que son escuchados y en el que participan de todas las actividades de buen grado. Pero nos preguntamos: ¿qué ocurre cuando no se encuentra solución? ¿Cuando no ven una salida clara?
     Qué difícil es todo si no cuentas con amigos que te ayuden a salir del problema, si no se lo cuentas a tus profesores ni a tus padres. A veces hemos tenido que leer en la prensa: «suicidio de un joven o una joven por sufrir acoso». No encontramos salida, solo una, dejar de existir.
 
RAFAEL CAPEL RUIZ (1º Bachillerato)

¿Quién te ha dado permiso?


     -¿Quién te ha dado permiso para dejarme en ridículo, dirigirme la palabra, tocarme, escupirme? ¿Qué haces?
     ¿Por qué te ocultas tras la faceta de fuerte, al atacar al débil? Te das cuenta, ¿no? Puto hipócrita.
     Te has equivocado, pagarás... Caro.
     A mediados de diciembre, un día, cercano a la Navidad, Luis apareció atado a una farola apenas a veinte metros del campo de fútbol municipal. Su ropa y sus sesos estaban esparcidos por la acera. Las mujeres chillaban, los hombres palidecían y a las doce de la noche, ya se habían llevado al muerto. Los periodistas y la televisión grababan el momento y la policía ya había conducido al asesino a comisaría. Rodrigo era el culpable. Rodrigo, de dieciséis años, se esposó al cadáver, el muy sádico, a esperar a que lo encontraran. Repetía y repetía que se había equivocado, que no volvería a meterse con Luis nunca más. Estaba fuera de sí.
     Luis esperó a que Rodrigo apareciera, tras el entrenamiento, como cada noche. Con su estúpida equipación y con la estúpida intención de regresar a su estúpida casa. Allí estaba él, subiendo la calle, solo. Sus amigos no lo acompañaban, pues sus casas estaban lejanas. Él iba solo, como cada noche.
     Rodrigo vio a Luis. No le dijo nada, se rio. Cogió una piedra y se la lanzó a la cabeza. Luis cayó al suelo, pero su rostro no expresaba dolor, más bien... Más bien victoria.
     Se levantó y, se aproximó a Rodrigo, el cual, debido su extraño, repentino y valiente comportamiento estaba bastante asustado. Luis sacó de su negra mochila… ¡una pistola!
     -¡Hijo de puta! ¿De dónde coño la has sacado? –Gritó con toda la fuerza de su testosterona.
     Luis apretó con toda su fuerza el arma contra el vientre de Rodrigo.
     Ahora Rodrigo no le gritaba, pues era incapaz de pronunciar palabra.
     Luis obligó a Rodrigo a aproximarse a una farola, le entregó una cuerda y le dijo:
     -Átame.
     Una vez atado, Luis sacó unas esposas, que les unieron a Rodrigo y a él.
     Después, le entregó la pistola a Rodrigo, hizo una mueca burlona y susurró...
     -Mátame.
     Rodrigo no contestó.
     -Mátame.
     -No -dijo Rodrigo. Más que decir, espiró de forma seca un aire que trataba de contener.
     -Me has hecho la vida imposible. Por tu culpa, no tengo amigos. Por tu culpa, vivir en la familia en que vivo es más doloroso de lo que es de por sí. Por tu culpa, nadie me acepta por ser diferente. Por tu culpa, no puedo salir a la calle, ya que todos me conocen por ser tu enemigo y me apedrean por ello. Me has pegado tantas veces que me he quedado medio sordo. Me has insultado tanto que te aborrezco. Me has roto los libros, las libretas, los deseos de ser buen estudiante... ¿Te acuerdas de esa vez en que me hiciste llorar durante dos semanas seguidas? Y no puedo escapar de ti, no puedo, pues al llegar a mi casa nada es diferente. Mi padre es alguien como tú, y mi madre no parece existir, ha sido consumida por la sombra de mi padre, que me maltrata tanto que no sé elegir entre mi hogar y mi escuela. Me has jodido bien jodido, me has hecho pasar cuatro años horribles de tortura. Y, por una vez que puedes hacerme un favor, y arreglar lo que has hecho conmigo... ¿No quieres hacerlo?
Rodrigo lloraba. Estaba llorando de golpe las dos semanas que lloró Luis aquella vez.
     -Te he dado una oportunidad... Tendré que apañármelas yo mismo.
     Luis le arrebató la pistola, y se disparó él mismo en medio de la frente.
 
MARÍA MONTERO CURIEL (3º E.S.O. A)