sábado, 28 de enero de 2012

Esclavos en libertad

     Guillermo de la Dehesa es un conocido economista y abogado que actualmente reside en el Centro de Investigación de Londres, participando a nivel mundial desde sus funciones.
      Uno de sus escritos fue publicado en El País en 2007, tratando los innumerables beneficios que conllevaría en pasar del dinero en efectivo al electrónico y en cómo, por el contrario, se afanan los Estados por recaudar un material cuya ausencia de tráfico podría aminorar la delincuencia considerablemente.
      Yo me decanto por la opinión del autor, apoyando la desaparición de la moneda y el billete, que no son más que otro modo de controlar a los ciudadanos Y es que, es curioso pensar cómo algo tan sencillo como una minúscula porción de papel de algodón puede poseer y condicionar la mente humana, de carácter aparentemente tan voluntarioso, de tal manera que pueda corromper, a mi parecer, lo más hermoso que puede conservar un hombre: su dignidad.
      Así pues, detenerse por un momento ante el espejo no es malo; como tampoco lo es reflexionar sobre nuestra supuesta evolución. La venda que nos han impuesto no es ni más ni menos que la lucha por una sociedad más favorable, cuando incluso nos han hecho prisioneros de nuestras propias decisiones. Siempre hay un límite. Siempre está el reloj; ese que nos enseña hasta dónde alcanzan nuestras fuerzas, hasta qué punto se vive para trabajar y hasta cuándo una persona deja de ser persona para someterse al servicio de una increíblemente insignificante minoría.
      Sí, es triste; también frustrante. Pero eso no ha impedido que la historia se haya escrito; que se haya avanzado, por supuesto, gracias a la constante revolución.
      No somos perfectos. No somos nada. Solo representamos un animal más perdido en la inmensidad de lo que implica la existencia; animal que se ha empeñado desde sus inicios en mostrarse héroe, sin admitir que es esclavo de sí mismo. ¡Qué ironía! ¡Qué decepción!
      Y no digo que las reglas sean omisibles; de hecho, es por ellas por las que el hombre aún no se ha destruido. Lo que digo es que para haber poblado todo un planeta, no albergamos el suficiente coraje como para abatir aquello que determina cada acción que llevamos a cabo; porque formamos parte de muchos ciclos, pero ningún elemento nos desgasta tanto como el dinero.
      Y es que solo es un “término”, pero nos hemos empeñado en proporcionarle tanta fuerza, que ahora nuestra vida gira en torno a él.
MARINA JIMÉNEZ SALDAÑA (1º Bachillerato)

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