sábado, 27 de noviembre de 2010

El maltrato



Esta historia que voy a contar es cotidiana, como el sol de la mañana, en esta historia hay un padre de familia que envidia lo que otros tienen. Él tiene el estrés como costumbre y una rutina en su oficina en la que se hunde.
Hoy su jefe ha sido duro y, decidido al ver cómo trabaja, le amenaza con el despido. Él se pone a pensar y se emociona con recordar lo que quiso ser y nunca ha sido. A partir de ahora su autoestima está dañada, su ilusión vestida en negro, todo esto le supera, tiene demasiados malos tragos anclados en su pobre cerebro. Para olvidar, se busca un bar en el que mezcla tragaperras con cerveza, y su mente se libera. Cuando este hombre no tiene más dinero, sube a casa sin ningún humor y sin alegría. Cuando llega, se encuentra con que su mujer duerme y su comida ya está fría. La mujer, al escucharlo llegar, se levanta de la cama, ya que sabe que si ha tardado tanto es que ha tenido un mal día. Ella lo intenta animar pero, al final, discuten y, tras el humo de una colilla, él la insulta, la humilla y le marca el puño en su mejilla. Su mujer como siempre, calla y consiente y se encierra a llorar en el baño hasta que escucha que el marido se acuesta.
Todo esto ella lo sufre cada día, hasta que al final, definitivamente, le cambia su pobre vida. Su marido se fue a trabajar y ella quedó con sus amigas. Otro día más les volvió a mentir, diciendo que ese moratón le salió al golpearse con algo mientras limpiaba. Ellas, como siempre, se lo creen, ya que lo último que pensarían es que ese marido, que tan bueno parece ser, le podría hacer algo así. La pobre mujer tiene la mala suerte de llegar a su casa por la noche después de divertirse un poco, cosa que casi nunca se permite .Ella llega en mal momento y se encuentra a su marido vaciando una botella, ya que intenta olvidar que lo acaban de despedir. Pero de repente, su furia se despierta  como un relámpago y, sin decir ni una sola palabra, le golpea en el estómago, Y luego chillando le dice:
-Tú vuelve a llegar tarde y no entrarás por esa puerta.
Ella se sujeta el estómago y lo mira con la mirada muerta y una gran herida abierta. Esto resultó ser el peor final que pudo dar a su vida, Al perdonarle a ese hombre cada golpe, ahora ella está desangrándose y a punto de morir. Él se sujeta la cabeza con las manos y diciendo un te quiero, un perdóname, no fue mi intención, ve como en sus manos muere la persona que más quiere. Ahora ese mal nacido se arrepiente de todo. Quiere volver al pasado pero no se acuerda del calvario que a su mujer hizo pasar, todos los gritos y portazos que él provocó y todos los moratones que le hizo sin luego ni arrepentirse. Él la trató como una escoria, como su saco de boxeo, con el que descargarse. Pensaba que ella era solo suya y la trataba como un objeto.
Después de demasiado pensar, la policía llega, ve la terrible escena y lo encarcelan por un tiempo, que no vale ni un cuarto de la vida que ha quitado. Con suerte en cinco años estará fuera, aunque mató a su mujer.
Así acaba la terrible historia del maltrato. Al final todas terminan así, si no son denunciadas a tiempo, y yo me siento bastante mal, ya que como esto depende de cada persona  y del respeto que se le tenga a la mujer, me siento inútil por no poder ayudar más que mirando por mí mismo.
Antonio Álvarez Rodríguez, 4º E.S.O. A

Un folio en blanco



Y heme aquí, una vez más, viajando por las innumerables capas de esta omnipotente imaginación, liberando las falanges en el teclado sin zozobras ni congoja alguna, perdida en mil divagaciones…frente a un folio en blanco.

¿Y por qué escribo lo que escribo? ¿Por qué hacer esto? ¿Por qué sentir lo que siento?
«La vida…» medito para mí, pero solo obtengo más y más y más preguntas retóricas…
¿Qué es: sueño o realidad? ¿Qué somos: polvo, tal vez algo más?
Sí, el tiempo es la mayor de las ciencias.
Ya no valoro el que estés o no prestando atención a estas letras, “mis letras”, querida/o lector/a. No te culpo…Apuesto a que ya tienes bastante con tus paranoias, para tener que conocer las mías. ¿Acaso te van a aportar algo? “Cada uno en su casa y Dios en la de todos”, ¿no? “Vive y deja vivir”… Ahora se funciona así.
Pero, tú y yo tenemos mucho en común, aunque no lo creas.
Coincidimos en el mismo Universo, la misma galaxia, el mismo planeta, el mismo país, la misma ciudad, el mismo instituto y en definitiva, el mismo tiempo.
Puede, ¡oh, gran destino!, que tus problemas se parezcan a los míos, que mi alegría también sea la tuya… Por eso, querría compartir esto, mi insignificante y afable escrito personal, contigo, amada/o lector/lectora.
Una maraña de arduas ideas todas ellas, me atormenta día y noche, despierta o no.
Y es que no soy yo; tú no eres tú, inclusive. Estoy inhibida, buscando algo que no sé qué es y menos aún si voy a encontrar, ¡hermosa, abstrusa y caprichosa adolescencia!
Y se abren ante mí mil y un caminos (de los cuales no sé el que elegir) y se cierran y entonces se abren otros nuevos y pienso y cambio y crezco en un vaivén de nuevos sentimientos y puedo decir que es emocionante, pero, tanta exaltación y decepción y sube y baja, termina por hastiar, mi compañera/o de pesares.
Quejica por naturaleza es el meditante hombre que no razona, que se acompleja de cuantas, para superarse, presas se encuentra en el afluente escogido… Quejica soy; quejica eres.
Encima, nuestra generación es responsable de un futuro que no es nada para los que ya se fueron o están por venir y lo es todo para ti y para mí. Nos han inculcado quehaceres que no nos corresponden, ¿verdad? Ya está todo descubierto... Pues entonces, ¿para qué escribir?, ¿por qué ese afán de mejora y perfección?
¡Dichosa pereza! Me he vuelto a desviar con tanta ironía…
El tema es este: Quince años, es decir, ¿aprobar o suspender?, ¿huir, madurar?, ¿tener o no tener lo que hay que tener?, ¿reír o llorar?, ¿caer, levantarse, decaer?, ¿amar o ser amado?... Todas estas cuestiones nos unen de algún modo, querida/o lector/a.
Ya que no he encontrado contestación alguna o estoy en ello, sea por pereza o falta de agallas, te pido consulta (a pesar de que solo seas una máquina destructora e impulsiva, al igual que yo).
¿Que por qué hago lo que hago? ¿Que por qué siento lo que siento?
Quién sabe…Tal vez para que este folio en blanco, se torne negro.
Marina Jiménez Saldaña, 4º E.S.O. A

El don



Clara había nacido con el don de la adivinación. Lo descubrió cuando era una adolescente. Realmente siempre lo sospechó, cuando era pequeña veía cosas que otros no, pero claro, solo era una niña. Su madre nunca le habló de este don que, por lo visto, se trasmitía de madre a hija.
Clara siempre había visto que su madre recibía llamadas telefónicas a cualquier hora. Con el tiempo comprendió que ella también poseía ese don y que lo utilizaba para ayudar a la policía en los casos que eran difíciles de resolver. Para Clara suponía un gran ejemplo el trabajo de su madre y algún día quería poder usar este don para hacer lo mismo, ayudar a la gente.
Al principio todo fue duro. Si veía a personas, intentaba hablar y jugar con ellas, pero cuando los años fueron pasando, aparte de esas visiones tenía otras que no sabía interpretar. Se le ocurrían millones de preguntas que hacer pero, ¿a quién? Sus visiones se iban agolpando en su mente sin saber qué hacer con ellas, sintiéndose cada vez más agobiada, hasta que un buen día su madre habló con ella y le aclaró la situación. No había que agobiarse, solo aprender a vivir con ello e intentar darle sentido práctico a cada visión.
La verdad, era difícil. Si estaba con sus amigos, presentía algunas cosas que les iban a pasar. Las buenas, vale, ¿y las malas? ¿Cómo avisarles sin que la tomasen por pirada?
Si entraba al súper a comprar algo y encontraba a alguna persona haciendo una bonoloto, los números se le agolpaban en su mente, la cuestión era qué hacer con ellos, se callaba y luego… ¿Probaba ella suerte o, por el contrario, decía los números a la persona que estaba echando la lotería?
Un día que entró al súper a comprarse el desayuno camino del instituto; vio que en caja estaba Álex, un chico algo mayor que ella, lo veía siempre por el instituto y le gustaba muchísimo, pero era súper tímida y nunca se atrevía a decirle nada. Bueno, pues ese día en el súper Alex estaba echando una quiniela de fútbol, al que era aficionado, y ella estaba tras él en la cola de la caja. Lo oyó lamentarse por su mala suerte y contarle al dependiente que si le tocaba algo podría ayudar en casa donde se estaban pasando malos momentos. Él todas las semanas con el dinero de su desayuno echaba esa quiniela para probar suerte. Clara por primera vez no se pudo resistir y sin dirigirse a nadie en particular fue diciendo en voz alta los resultados de la quiniela. Alex volvió su cabeza y le dijo que le iba a hacer caso marcando lo que ella había dicho.
A los pocos días, cuando Clara llegó al instituto, su mejor amiga la estaba buscando para decirle que Álex preguntaba por ella. Esa misma mañana, en un cambio de clase, coincidieron y Álex con gran alegría abrazó a Clara dándole las gracias por haberle dicho el resultado que le hizo ganar un buen pellizco que solucionó el problema de casa por un tiempo. Desde ese día Álex y Clara fueron algo más que amigos. El sueño de Clara se había realizado: salir con el chico que le gustaba y ayudar a los demás con su peculiar don. Con el tiempo ya buscaría la ocasión de contarle a Álex su precioso DON.
Christian García Salvador, 1º E.S.O. A

Un mal día


Estaba sentada en el sofá pensando en lo que pasó ayer, todos esos moratones y heridas sin sentido le partían el corazón, ¡Cómo puede ser que un poco más y la matase! Sólo porque su marido había tenido un mal día, toda esa violencia sin sentido.
Ella pensaba que si hoy también su marido tuviera un mal día, esta vez ella no sobreviviría. Cuando llegó él, ella se sugestionó, pero sacó el valor suficiente para preguntarle:
-¿Cómo te ha ido hoy el día? –pasándole la mano por la espalda con miedo y recelo.
-Pues, fatal como siempre –contestó él con un grito ensordecedor.
-No pasa nada, mañana te irá mejor.
-¿Qué no pasa nada? ¡Eh!
Él con toda su fuerza la agarró y la lanzó contra la mesa. Ella como pudo, dolorida por el tremendo golpe que se dio en la espalda, intentaba arrastrarse para llegar al sofá y levantarse. Pero no le dio tiempo, le faltaba el aire, su marido la tenía cogida por el cuello diciéndole al oído como loco:
-Siempre igual, llego agobiado del trabajo, y tú me das uno de tus sermones, ¿por qué llegas tarde? ¿Te ha ido bien el día?
Esta vez la soltó violentamente y ella quedó inconsciente por el golpe contra el suelo.
Un vecino que estaba asomado al alféizar del edificio de enfrente llamó a la policía.
Él abrió un cajón del que sacó un cuchillo, que acto seguido hundió en el pecho de su mujer.
Al escuchar la sirena de la policía, sacó el cuchillo y se lo clavó en el cuello.
Esta vez la policía no llegó a tiempo.
Este sería un pequeño ejemplo de la gran lacra del siglo veintiuno, el maltrato de género que sufren muchas mujeres en el mundo y, al igual que ese vecino, no debemos quedarnos impasibles ante estas situaciones: todos somos víctimas.
¡Basta ya de esos “malos días”!
Christian García Salvador, 1º E.S.O. A

domingo, 21 de noviembre de 2010

Un folio en blanco



Era una mañana fría de invierno, toda la gente que me rodeaba llevaba sobre su torso gruesos abrigos para protegerse de aquel clima tan insoportable. Al entrar en el aula, me refugié en mi pupitre para disponerme a realizar correctamente mi examen.
De pronto, unos nervios recorren mi cuerpo cuando la profesora de la asignatura de la que nos vamos a examinar se dispone a repartir a cada alumno su debido folio para rellenar. No supe cómo reaccionar cuando tuve mi examen delante de mis propios ojos y me quedé en blanco como la nieve sobre la montaña.
Entonces rompí a sudar y pensé que en ese momento sólo me quedaban dos opciones. Hacer trampas y copiarme de algún compañero cercano, o dejar el examen en blanco y suspender. Había una tercera opción, podría rellenarlo de forma incorrecta pero eso sólo me valdría para entretenerme durante la hora de la prueba.
Enseguida supe qué hacer: mandé una nota al alumno que había situado a mi lado derecho. Buscaba desesperadamente su ayuda… En esos momentos, la profesional de la enseñanza “pilló” con las manos en la masa a mi compañero y, confundida y atónita ante el hecho, estaba dispuesta a suspender al inocente; pero, gracias a Dios, no me tembló la voz para delatarme a mí mismo, por miedo al cargo de conciencia que estaría dándome remordimientos durante la larga noche que pasaría, en la que sólo me acompañaría para dormir mi sentimiento de culpa. Gracias a mi valentía, aquella enemiga no sería mi compañera de habitación durante la oscura y terrorífica noche en que no habría pegado ojo.
El final de esta historia se resolvió con el fracaso de mi esperado examen, pero con la esperanza de que aquel estudioso alumno pudiera aprobar, ya que yo no fui capaz de hacerlo.
nota: Esta historia es totalmente ficticia, nunca he copiado y mucho menos poniendo en compromiso a ningún compañero.
Alberto López Jiménez, 1º de Bachillerato (Sociales)