Clara nació con el don de la adivinación. Lo descubrió cuando era una adolescente. Ella siempre lo había mantenido en secreto, porque pensaba que la tratarían como un bicho raro o la utilizarían como una máquina que predice el futuro. Únicamente usaba su don para encontrar cosas perdidas, o tal vez para chivarles a sus amigas las fechas de los exámenes sorpresa, con la excusa de que su tío era secretario del profesor, y quería que su sobrina estuviese bien preparada.
Sus amigas siempre habían notado algo raro en ella, como cuando le hablaban y sus enormes ojos grises miraban a ninguna parte, pero nunca le habían dado demasiada importancia. La única conocedora de su secreto era su abuela, que decía que los poderes sobrenaturales que poseía eran de familia, y que su madre también tuvo esta virtud en su adolescencia.
Una mañana cálida de primavera, sobre las diez o poco más, cuando el sol calentaba el suelo del patio y daba brillo al agua de la fuente las tres chicas caminaban juntas hacia la clase de matemáticas, que se encontraba al final del pasillo. Clara les hablaba a Marta y a Laura sobre el examen que habían tenido en clase de lengua, pero ellas, muy cansadas ya de oír los fallos que había tenido su compañera, decidieron cambiar de tema:
- ¿Vas a hacer algo esta tarde, Clara? -dijo Laura interrumpiendo las palabras de su amiga.
- No, nada, ¿por qué lo dices? -contestó Clara sin importarle la interrupción de Laura.
- Es porque podríamos ir esta tarde al cine, ¿te apuntas? -preguntó Laura.
- Yo no puedo, ya he quedado con un chico -dijo Marta mirando al suelo con timidez.
Clara dirigió su mirada a su compañera decepcionada:
- Marta, ¿ese chico es Andy? Te he dicho que no es una buena persona, lo presiento- afirmó ella sabiendo gracias a sus visiones que no debía acercarse a él.
- No sé, a mí me cae muy bien, será que no lo conoces -dijo Marta dando las espaldas a sus amigas -.iVoy al baño!
Clara se quedó muy preocupada. Había hecho lo que había podido, no podía decirle nada de sus visiones a Marta, y sabía muy bien que ese chico no le convenía. Llegó la tarde y las tres chicas se preparaban para sus respectivas citas. Se apoyó en el alféizar de la ventana pensando en cómo le iría a Marta... En ese momento sus pupilas se dilataron y sus manos buscaron desesperadamente un papel y un lápiz. Con la mirada perdida intentaba calcar su visión en el papel a una velocidad de vértigo.
Los trazos eran rápidos y poco visibles pero, con el tiempo, la imagen tomó forma y se distinguieron dos figuras. Clara soltó un alarido al distinguir a su amiga Marta rodeada por un grupo de personas, entre ellas, Andy, su compañero de instituto, sosteniendo un cuchillo en la mano derecha.
En ese mismo momento, Marta iba por las calles vacías de la ciudad dando brincos de felicidad, y a su lado, Andy la guiaba por las calles oscuras hasta lo que sería su garaje. Todo iba muy bien hasta que Marta se paró en seco al notar que una navaja se deslizaba por su garganta, solo pinchándole, sin cortar.
Andy, a sus espaldas, sostenía el cuchillo y con la rodilla empujaba a Marta hasta su garaje. Seis personas salieron de allí, algunas, armadas con pistolas, y otros sosteniendo un bate en la mano.
Las lágrimas se deslizaban por el juvenil rostro de Marta a la vez que sollozaba y pedía a Andy que la dejara marchar.
De pronto, el ruido de un coche de policía sorprendió por completo a los seis matones, que huyeron como ratas, mientras que Andy, viendo que le habían rodeado, no opuso resistencia y soltó el cuchillo con las manos en alto. Marta corrió rápidamente a los brazos de su amiga Clara, haciendo caso omiso a las disculpas de Andy, y entre sollozos dijo:
- ¿Cómo supiste que me tenderían esta trampa?
Clara había revelado su secreto más íntimo a la policía para salvar a su amiga y, aunque se sentía apenada porque, a partir de ahora, la tratarían como a un objeto, se alegró mucho de que Marta estuviese bien.
Clara miró al cielo y dejó que las palabras saliesen de sus labios:
- Pues..., intuición.
Ángel Expósito, 1º E.S.O. A
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