jueves, 30 de octubre de 2014

¿Castigo?


Era un día como cualquier otro pero, al mirar al cielo, Auri sintió que algo iba a pasar.
El tiempo se presentaba poco predispuesto a alegrar el día. Grandes nubarrones grises lo cubrían todo, creando una sensación claustrofóbica a la chica, que se abrazaba a si misma mientras caminaba en un pobre intento de protegerse del inesperado viento gélido que jugaba con el vuelo de su vestido de verano y se empeñaba en interponer su oscuro cabello en su visión.
Mientras seguía caminando, rumbo a ninguna parte, Auri fue vislumbrando varias personas en su misma situación. Nadie había predicho este mal tiempo y paseaban con sus habituales vestimentas de verano, que apenas los cubrían, medio encogidos intentando protegerse del frío, a la vez que soltaban varios desvaríos y palabrotas sobre el maldito tiempo.
Esquivando como podía a los transeúntes, sacó de su pequeño bolso de tela de colores su móvil enrollado con los auriculares, los cuales se colocó con una mano, al mismo tiempo que con la otra elegía una canción al azar de su lista de música. In God´s Eyes de Saving Abel sonó a todo volumen en sus oídos, apagando el mundano sonido de la gente cacareando a su alrededor.
Uno, dos, tres pasos fue capaz de dar, tarareando sobre “coger todo hasta que no quede nada” y mirando al suelo, antes de ver el pequeño círculo oscuro que la primera gota de lluvia dejó en el suelo al caer ante ella. Automáticamente, Auri levantó la cabeza hacia el cielo y otra gota cayó en la punta de su nariz.
Tranquilamente, secó la pequeña humedad que la gota había dejado en su nariz con su mano y suspiró, observando cómo la gente comenzaba a caminar más rápido o, en algunos casos, hasta correr huyendo de la lluvia.
No puedo entender cómo las personas huyen de algo tan hermoso, pensó.
Poco a poco, paso a paso, Auri llegó a la plaza central de la ciudad, la lluvia comenzó a caer con más fuerza, la gente corría en todas direcciones buscando un refugio, el agua empapaba las calles y las ropas, todo era un pequeño caos de energía miraras donde miraras.
Sin poder evitarlo, casi atraída por aquello, la chica se situó en el centro de la plaza y se dedicó a admirar el panorama.
Casi asombrada, observó el nivel del agua comenzar a subir e inundar las calles y las casas.
Era como si el tiempo se hubiera detenido. Auri simplemente miraba, completamente empapada, como la gente totalmente horrorizada y atemorizada salía de los edificios y nadaba, ¡sí! ¡nadaba!, por las calles gritando en busca de algún sitio donde poder subirse o agarrarse.
Irónicamente la belleza lo destruye todo ahora.
Algo golpeó a Auri en el costado. El dolor punzante ocasionado por el golpe sacó a la chica de su ensimismamiento, dejando paso al terror.
El agua le llegaba por encima de la cintura, su cuerpo le pesaba más de lo normal debido a su ropa empapada y no tenía ni idea de qué hacer, el miedo la tenía paralizada.
La corriente que se estaba formando en el agua hizo que el objeto pasara delante de ella, una pequeña tabla de madera. De inmediato, los instintos de supervivencia de Auri se encendieron y se agarró a ella.  En el brusco movimiento el móvil, que estaba en sus manos, y el pequeño bolso cayeron en el agua y fueron rápidamente llevados por la corriente.
La tabla era pequeña, pero la chica también, así que fue suficiente para que, con gran esfuerzo, ella se subiera en ella y mantuviera el equilibrio de rodillas. Con un poco de suerte aguantará hasta que deje de llover o alguien venga a ayudarnos, se dijo a sí misma.
Ahora que la música no distorsionaba su audición, podía oír perfectamente los gritos despavoridos de la gente. Se oían todo tipo de comentarios, pero uno resaltaba entre los demás y llamó la atención de ella.
“Castigo divino”
¿Dios? Auri casi rió ante tal afirmación.
Estábamos en el siglo XXI, sabíamos diferenciar el mito del logos y dábamos respuestas racionales a las cosas, ¿quién en su sano juicio iba a pensar que este diluvio era causa de un castigo de Dios?
Más bien un efecto del calentamiento global. O, al menos, esa era la idea de ella.
La chica miraba asustada a todos lados.
La lluvia no cesaba y ya había edificios completamente cubiertos por el agua. Mucha gente había encontrado tablas u otros objetos a los que sostenerse, pero muchos otros no habían encontrado nada y las fuerzas se les comenzaban a agotar de tanto nadar para mantenerse a flote.
Ella miraba las escenas de su alrededor completamente horrorizada hasta que algo ocurrió. De repente, varias personas pegaron un grito y se lanzaron al agua sin ninguna explicación.
Otras personas comenzaron a seguir la extraña actuación y decenas comenzaron a desaparecer bajo el agua.
Al mismo tiempo, la lluvia empezó a disminuir su fuerza, quedándose reducida a una inofensiva llovizna, e incluso algunos rayos de sol se pudieron vislumbrar en el cielo. Del mismo modo, la chica observó cómo un reducido grupo de personas conseguía llegar hasta la montaña que dividía la pequeña ciudad; había sido lo único que el agua no logró cubrir.
Había esperanza, si Auri aguantaba en la tabla hasta que la corriente la llevase hasta la montaña, estaría finalmente a salvo.
Casi sonrió.
Pero, inesperadamente, giró la cabeza hacia un pequeño brillo el agua. Su móvil y su bolso estaban flotando a su lado, esperando por ella.
Feliz por esta racha de suerte, alargó la mano para cogerlos, con tan mala pata que perdió el equilibrio en la tabla y cayó, con su objetos en la mano, en el agua.
Puede que la torrencial lluvia hubiera parado, pero el viento seguía creando en el agua fuertes corrientes que hicieron imposible la salida a la superficie de la chica.
Lentamente, las fuerzas de la chica se fueron extinguiendo, al mismo tiempo que su oxígeno, quedando totalmente ajena a todo, solo rodeada de oscuridad.
Quizás, fue su último pensamiento, sí que fuese un castigo divino. Quizás Dios nos ha puesto a prueba y todos los que hemos elegido las cosas materiales, hemos sido castigados.
Después solo quedó la nada para ella.

maría martín cazorla, 1º sh

Deucalión, la vida después del diluvio

Mientras existía esta raza donde los hombres vivían como dioses y eran inmortales, ya que jamás envejecían ni morían, Zeus y otros dioses pensaban que estos estaban a su altura, cosa que cambió cuando los hombres, al desaparecer esta raza, cambian sus actitudes: ahora son ignorantes y violentos y dejan de realizar sacrificios a los dioses. Estos son exterminados y creados de nuevo por Zeus.
Pienso que se trata de una equivocación por parte de Zeus, ya que al ser creados tres veces, ya sabían los fallos que cometerían una vez más. Zeus se confunde al intentar solucionarlo con inundar la tierra, perjudicando a quien no se merece ser extinguido; en este caso, Deucalión.
Los hombres no se encuentran a la altura a la que un dios espera de cada uno de ellos, pero la ignorancia, en este caso de Deucalión, al intentar ser igual que los demás hombres, hace que sea el único no extinguido de la faz de la tierra.
Zeus busca la justicia y el bien dentro de las cualidades de sus hombres, pero él, desde un principio, piensa en exterminar a todos los hombres, y no es nada justo, ya que no se fijaba en quien mostraba respeto hacia él y le seguía ofreciendo sacrificios, sino que juzgaba a todos los hombres por igual. Si no hubiera sido por su mujer, Hera, no se habría parado a pensar y se hubiera dejado llevar por su ira.
Zeus seguía pensando que no debía perdonar a un linaje de malvados por un solo hombre justo sobre la tierra. Esto le hace recapacitar y tener ideas, cosa que se debe hacer antes de enfrentarse a un problema: el reflexionar sobre un tema y no dejarse llevar por el enfado tras el primer pensamiento que uno tiene ante el problema.
Siempre debemos tomar como referencia la parte justa del problema, para no perjudicar al tomar decisiones. Zeus manda a Hermes a la tierra y avise a Deucalión del diluvio para que construya una barca.
Deucalión y Pirra salen con ventajas de todo esto, ya que se les concede la oportunidad de pedir un deseo y poder cumplirlo por sí mismos. Gracias a ellos se restableció la raza humana.
Con esto se demuestra que por un solo hombre justo merece dar una segunda oportunidad a toda la nueva raza humana, y que no siempre tenemos que dejar llevarnos por nuestra ira, simplemente hacer borrón y cuenta nueva olvidando todo aquello que a uno le haga entristecer.
Mi opinión es que no por los fallos que cometan los demás hay que dejar de ser justos con alguien que nada tiene que ver con los demás, y que, en este caso, el agua no destruye, sino que da vida y muestra al ser humano que debe deshacerse de todo lo malo que hay en él y darse segundas oportunidades.

marina alférez pardo, 1º sh

lunes, 27 de octubre de 2014

Deucalión y Pirra: la vida después del diluvio.

El mito de Deucalión trata de cómo Zeus, viendo el comportamiento de los hombres que él había creado, decide exterminarlos de la faz de la tierra.
Decepcionado con la actitud y el comportamiento de las gentes, dedicadas a los placeres de la vida viciosa y olvidadas de los dioses, se dispone a eliminarlos para siempre.
Pero su esposa Hera, muy inteligentemente, le recuerda que Deucalión y Pirra, su mujer, son buenas personas que respetan y aman al padre de los dioses, Zeus, y que debe castigar a los humanos por sus vicios pero dejar vivir a Deucalión y a los suyos.
Entonces, el dios del Olimpo ordenó a Hermes que avisara a Deucalión para que construyera un gran arca de madera para él y su familia, con el objetivo de salvar la vida y la especie humana, ya que él mandaría un diluvio que inundaría toda la tierra.
Cuando finalizó el diluvio, Hermes les preguntó a Deucalión y Pirra qué deseo pedían y estos solicitaron tener compañía. Zeus les concedió el deseo y arrojaron piedras a la tierra restableciéndose la raza humana.
Después de leer el mito pienso que tiene mucha semejanza con el relato bíblico del arca de Noé. Igual que en esta leyenda, en la Biblia aparece también el diluvio universal enviado por Dios para castigar a los hombres por sus malas acciones, su violencia, sus crímenes, su soberbia, etc. Y, por otro lado, aparece la figura del hombre bondadoso y fiel a Dios, que es salvado para repoblar la tierra.
Con el diluvio en las distintas culturas lo que se trata es de limpiar la tierra del mal. Los dioses intentan empezar de nuevo y siempre hay una persona justa por la que merece la pena dar una segunda oportunidad a la humanidad.
elena vela martínez, 1º sh

domingo, 26 de octubre de 2014

Deucalión y Pirra


Un día como otro cualquiera en el Olimpo cuando Zeus se empezó a preguntar cómo estaría la raza de bronce que él mismo había creado, se asomó y vio a hombres y mujeres soberbios, egoístas y lujuriosos, lo que le enfadó.
Al cabo de unos minutos de observar las terribles cosas que pasaban en la Tierra, cogió unos rayos y, cuando se disponía a arrojarlos, llegó Hera, su hermosa y dulce mujer, y con dulces palabras convenció a Zeus de que no los exterminase. Aunque Hera siempre le había dado la razón a su marido, esta vez había algo que la atormentaba, Pirra y su marido Deucalión.
Hera era progenitora de Pirra, y lloraba cada noche desde que tuvo el idilio con Epimeteo. Pandora, al ser traicionada lo quiso contar a Zeus, pero Hera le ofreció algo mucho más valioso, una preciosa niña, y Pandora aceptó (ya que ella no podía tener hijos). Al cabo de los años Pirra se casó con Deucalión y vivían en un lugar alejado de la raza de bronce, vigilados por Hera, la cual temía que los males de la raza les acechasen y sucumbieran a los pecados y le dijo a Zeus que exterminase a la raza y les dejase a ellos.
Zeus se extrañó de la actitud de su mujer y visitó a Azahara, diosa de la verdad, y descubrió el oscuro pasado de su mujer. Lleno de ira volvió al Olimpo y mató a Hera, cogió uno de sus rayos y, sin pensar en las consecuencias, lo arrojó a la Tierra exterminando a la raza humana.
Los demás dioses al ver esto desterraron a Zeus y lo encerraron en una habitación. Zeus comenzó a llorar, estas lágrimas tenían tanta fuerza y sinceridad que en cuanto cayeron en la Tierra se formaron personas, y así, sin darse ni cuenta Zeus creó otra raza, esta vez tal y como él quería que fuese.

ana benzal morales, 1º sh.

El diluvio


Cuentan los mitos que fue Zeus, dios del Olimpo, quien provocó aquel diluvio que inundó nuestro mundo hasta el pico más alto salvando sólo a Prometeo y su familia, los únicos que realmente complacieron a los dioses y no se dieron al vicio y la vida sin preocupaciones olvidándose por completo de a quién debían agradecérselo.
¿Qué hizo Zeus con aquellos que creó y no le dieron lo que él esperaba?
¿Quién es Zeus sino un simple dios?
¿Y qué es un dios?
Un dios no es más que la unión de las almas que él mismo necesita y, que si no le dan lo que pretende, decide o no deshacerse de ellas.
Por lo tanto, ¿qué somos nosotros?
Nosotros somos nuestros propios y únicos dioses en realidad; los que, si no somos capaces de crear en nuestro interior lo que nos llene y complazca, tenemos el poder de destruir todo a nuestro paso y quedarnos solos, o discernir nuestros propios sentimientos e inundar aquellos que nos oprimen el pecho y nos impiden respirar.

Resuena el llanto del recién nacido.
Resuena el placer en la garganta
de los que se entregaron al vicio.
Resuena el silencio,
lienzo en blanco infestado de oportunidades
heredado de aquella lluvia mortífera.
A lo lejos aún se las escucha,
voces de las musas que están escribiendo esto.
Voces que se ahogan
tras de los gritos moribundos
de los que celebran el libertinaje;
desagradecidos.
Así como el ave fénix renace de sus cenizas
ellos provocan su destrucción y recreación.
Así es como quieren ser.
mireya issa morel, 1º sh