Un día como otro cualquiera en el
Olimpo cuando Zeus se empezó a preguntar cómo estaría la raza de bronce que él
mismo había creado, se asomó y vio a hombres y mujeres soberbios, egoístas y
lujuriosos, lo que le enfadó.
Al cabo de unos minutos de observar las
terribles cosas que pasaban en la Tierra, cogió unos rayos y, cuando se
disponía a arrojarlos, llegó Hera, su hermosa y dulce mujer, y con dulces
palabras convenció a Zeus de que no los exterminase. Aunque Hera siempre le
había dado la razón a su marido, esta vez había algo que la atormentaba, Pirra
y su marido Deucalión.
Hera era progenitora de Pirra, y
lloraba cada noche desde que tuvo el idilio con Epimeteo. Pandora, al ser
traicionada lo quiso contar a Zeus, pero Hera le ofreció algo mucho más valioso,
una preciosa niña, y Pandora aceptó (ya que ella no podía tener hijos). Al cabo
de los años Pirra se casó con Deucalión y vivían en un lugar alejado de la raza
de bronce, vigilados por Hera, la cual temía que los males de la raza les
acechasen y sucumbieran a los pecados y le dijo a Zeus que exterminase a la
raza y les dejase a ellos.
Zeus se extrañó de la actitud de su
mujer y visitó a Azahara, diosa de la verdad, y descubrió el oscuro pasado de
su mujer. Lleno de ira volvió al Olimpo y mató a Hera, cogió uno de sus rayos
y, sin pensar en las consecuencias, lo arrojó a la Tierra exterminando a la
raza humana.
Los demás dioses al ver esto
desterraron a Zeus y lo encerraron en una habitación. Zeus comenzó a llorar,
estas lágrimas tenían tanta fuerza y sinceridad que en cuanto cayeron en la
Tierra se formaron personas, y así, sin darse ni cuenta Zeus creó otra raza,
esta vez tal y como él quería que fuese.
ana benzal morales, 1º sh.
No hay comentarios:
Publicar un comentario