sábado, 27 de noviembre de 2010

El don



Clara había nacido con el don de la adivinación. Lo descubrió cuando era una adolescente. Realmente siempre lo sospechó, cuando era pequeña veía cosas que otros no, pero claro, solo era una niña. Su madre nunca le habló de este don que, por lo visto, se trasmitía de madre a hija.
Clara siempre había visto que su madre recibía llamadas telefónicas a cualquier hora. Con el tiempo comprendió que ella también poseía ese don y que lo utilizaba para ayudar a la policía en los casos que eran difíciles de resolver. Para Clara suponía un gran ejemplo el trabajo de su madre y algún día quería poder usar este don para hacer lo mismo, ayudar a la gente.
Al principio todo fue duro. Si veía a personas, intentaba hablar y jugar con ellas, pero cuando los años fueron pasando, aparte de esas visiones tenía otras que no sabía interpretar. Se le ocurrían millones de preguntas que hacer pero, ¿a quién? Sus visiones se iban agolpando en su mente sin saber qué hacer con ellas, sintiéndose cada vez más agobiada, hasta que un buen día su madre habló con ella y le aclaró la situación. No había que agobiarse, solo aprender a vivir con ello e intentar darle sentido práctico a cada visión.
La verdad, era difícil. Si estaba con sus amigos, presentía algunas cosas que les iban a pasar. Las buenas, vale, ¿y las malas? ¿Cómo avisarles sin que la tomasen por pirada?
Si entraba al súper a comprar algo y encontraba a alguna persona haciendo una bonoloto, los números se le agolpaban en su mente, la cuestión era qué hacer con ellos, se callaba y luego… ¿Probaba ella suerte o, por el contrario, decía los números a la persona que estaba echando la lotería?
Un día que entró al súper a comprarse el desayuno camino del instituto; vio que en caja estaba Álex, un chico algo mayor que ella, lo veía siempre por el instituto y le gustaba muchísimo, pero era súper tímida y nunca se atrevía a decirle nada. Bueno, pues ese día en el súper Alex estaba echando una quiniela de fútbol, al que era aficionado, y ella estaba tras él en la cola de la caja. Lo oyó lamentarse por su mala suerte y contarle al dependiente que si le tocaba algo podría ayudar en casa donde se estaban pasando malos momentos. Él todas las semanas con el dinero de su desayuno echaba esa quiniela para probar suerte. Clara por primera vez no se pudo resistir y sin dirigirse a nadie en particular fue diciendo en voz alta los resultados de la quiniela. Alex volvió su cabeza y le dijo que le iba a hacer caso marcando lo que ella había dicho.
A los pocos días, cuando Clara llegó al instituto, su mejor amiga la estaba buscando para decirle que Álex preguntaba por ella. Esa misma mañana, en un cambio de clase, coincidieron y Álex con gran alegría abrazó a Clara dándole las gracias por haberle dicho el resultado que le hizo ganar un buen pellizco que solucionó el problema de casa por un tiempo. Desde ese día Álex y Clara fueron algo más que amigos. El sueño de Clara se había realizado: salir con el chico que le gustaba y ayudar a los demás con su peculiar don. Con el tiempo ya buscaría la ocasión de contarle a Álex su precioso DON.
Christian García Salvador, 1º E.S.O. A

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