Todo el plan estaba ideado, sólo faltaba que el amante entrara en la habitación y matara al marido.
El amante se desplazó por la habitación con el puñal en la mano como una oscura, fría y silenciosa sombra. El marido leía y leía, e ignoraba al intruso que estaba en la habitación. El amante le puso el puñal en el cuello, mientras, pausadamente, al oído le contaba sobre la relación que había tenido con su mujer, la cual en ese instante le estaba robando todo el dinero de la caja fuerte. Además, le comentó que debía y quería matarle en ese instante.
El hombre se quedó sin habla e inmóvil. No sabía qué hacer, pero en ese momento cerró los ojos y a la vez el libro que estaba leyendo, entonces todo desapareció. El hombre, inmóvil y sin habla, se quedó un buen rato con los ojos cerrados y sin moverse, creyéndose que el puñal seguía sobre su cuello, aunque al rato se dio cuenta de que no estaba; ya no estaba ni aquel hombre ni aquella escalofriante voz, y tampoco aquel puñal que amenazaba su cuello. Sólo quedaba el libro, que se mostraba insignificante ante él.
Ese libro no ha sido abierto hasta el día de hoy, 5 de noviembre de 2009. Cuando el libro se volvió a abrir comenzó otra vez esa voz en su oído, ese hombre y ese puñal que hervía de ira sobre su cuello, el que le hizo sentir que se había muerto por dentro y que se estaba muriendo por fuera.
“El cuerpo de este hombre fue encontrado días después en su casa con un puñal al lado de su cuerpo y un libro en su mano”.
Manuel Francisco Quiroga Carreño. 3º E.S.O. A
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