El teléfono la despertó a una hora prohibitiva, las nueve de la mañana. Seguro que se trataba de una equivocación, porque ninguno de sus conocidos osaría despertar a Marta Zaldívar a esa hora (o eso pensaba ella). Una persona la despertó sin motivo alguno. El número de teléfono era desconocido, pero ella lo descolgó. Una voz femenina la insultó, le dijo que era una creída, que estaba cansada de su forma de ser, que cambiara... pero no le dijo quién era y ella tampoco reconoció la voz.
A partir de esa mañana empezó a darse cuenta de que algo había cambiado, todo era diferente.
Tenía muchas amigas y amigos, pero no todos eran sus íntimos. Cuando llegaba al instituto, observaba cómo se hacía un silencio a su alrededor y sus compañeros disimulaban, porque ella había llegado y pensaban que no se daba cuenta, pero no era así. Oía comentarios inoportunos con doble sentido y empezó a creer que trataban de ella. Por más que pensaba qué estaba ocurriendo no encontraba solución alguna.
Marta se comportaba como siempre. No era una mala niña, era amiga de sus amigos y, aunque indecisa, siempre hacía lo oportuno. Se sentía muy confusa y decidió olvidarlo todo, pero no pudo.
Había fines de semana en los que sus amigos quedaban y a ella no le decían nada. Esto, junto a lo distantes que los sentía, la desmoralizaba.
Buscó consuelo en su prima Ana pero ella le dijo que no pasaba nada, que buscara nuevas amistades y que olvidara el asunto. También le aconsejó que hablase con ellos, pero Marta se encontraba demasiado mal y no era capaz de actuar.
Dejó pasar los días y sufría en su interior. Nadie se daba cuenta de lo que le ocurría, ni sus propios padres .Sus amigas hablaban con ella, pero sólo les interesaba la tarea. Querían que les dejara los ejercicios y ella, por miedo a perderlas (porque a pesar de todo, las quería), les daba lo que le pedían.
Un día se acordó de que tenía una verdadera amiga que nunca la defraudaría. La había olvidado. Era Nuria. Se habían distanciado por una tontería hacía algún tiempo y, ahora que se había visto sola, echó de menos su compañía, su complicidad. No nos damos cuenta de lo bueno que tenemos hasta que lo perdemos.
Decidió aprender a vivir su vida como ella quería, a vivirla con su auténtica amiga y a no darse por aludida en conversaciones, que aunque tal vez trataran de ella, sólo le ocasionaban sufrimiento. Se dio cuenta de que la vida son tres días y se propuso vivirla a su manera.
Arancha Valverde Hernández, 4º E.S.O. A
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