viernes, 18 de mayo de 2012

Queridísimo Pedro


Queridísimo Pedro:
Yo no creo en el destino, ¿sabes? No creo en el alma siquiera. Tampoco creo en los espíritus, ni en la vida después de la muerte. No me trago ninguna religión, ni me cabe en la cabeza la idea de un edén, o un infierno, o un purgatorio, o una reencarnación… ¿La eternidad? ¡Vamos, hombre! Simplemente… es que no me lo creo, por mucho que me intenten convencer. Yo me baso en creer lo que veo, lo que puedo demostrar… ¿Cerrada? Seguramente, pero no es cabezonería: es que otra cosa mi cerebro no la asimila.
¿El amor verdadero? ¡BAH! Patrañas comerciales nada más. Sí, sí creo en la idea de amar, del cariño, de sentir mariposas en el estómago... ¡Es más, todo el mundo me dice que soy una persona excesivamente cursi y cariñosa! Pero, ¿qué es eso de ‘El amor que todo lo puede’? ¿Qué es eso de “El amor, eterno, magnífico: la razón de la vida’? ¿Qué es eso de “El amor, capaz de destruir todo lo que se interponga en su camino”? Esa idea del amor, en la que mariposas vuelan sin cesar y todos los días hay perdices para desayunar, en la que todo es posible y en la que todo es increíble, en la que no se pierde la pasión y se desboca el corazón, en la que las peleas no existen y la magia persiste… Paparruchas todo. ¡A mí que no me vengan con fantasías de princesas Disney, ni con estrategias de marketing, ni con el doctor amor, que eso de buscar a nuestra media naranja es un invento más para amargarnos la existencia.
¡Yo no sé lo que siento por la gente! No lo llamo amistad, ni amor, ni odio… Hay cosas que simplemente son, y no tienen nombre. Yo no me preocupo ni por lo que será, ni por lo que fue ni por lo que ha sido: Yo simplemente miro a los ojos de alguien y veo una cárcel o unas alas, veo una caricia o una bofetada, veo una sonrisa o una espalda: Esa es mi filosofía. Y cuando con alguien me siento a gusto, feliz, completa; cuando con alguien me siento valorada, atendida, comprendida; cuando alguien forma parte de lo que viene siendo mi capa de ozono; entonces es cuando me sale el decir “Te quiero”. ¡Ni abracadabra, ni pata de cabra!: ¡Te quiero! Sé lo que significa. ¡No le demos un doble sentido a lo que solo tiene uno!
Ese, ese es nuestro gran problema: decimos “Te quiero” sin saber lo que significa. Confundimos las cosas adrede: confundimos un “Te quiero” con un “Me interesa tu dinero”; confundimos un “Te quiero” con un “Me pareces muy atractivo”; confundimos un “te quiero” con una expresión automática que se dice para ser educados y correctos.
Decir “Te quiero” y dar un abrazo significa más o menos lo mismo: Un abrazo es un símbolo que representa que una persona es importante en tu vida en el mejor de los sentidos, de que te preocupa lo que le pase, de que la relación que lleváis (seáis amigos o pareja) está bien como está.
¿Vosotros, los tíos, os emocionáis en secreto viendo películas de amor? Parece mentira que después de tantos años nunca te haya preguntado esto de manera privada. Ya sabes que nosotras, las tías, nos emocionamos hasta llorar todas abrazadas y sumergidas en clínex, pero… ¿Alguna vez te han dicho Lola y Susi que yo soy la más sensiblera de las tres? Parece que te tomo el pelo después del monólogo que acabo de hacer sobre las mentiras que esta sociedad trata de inyectarnos en vena sobre el amor, pero es más cierto de lo que me gustaría. Las lágrimas que derramo son lágrimas de emoción, pero sobre todo son lágrimas de envidia: esos cuerpazos, esas casazas, esa preciosa ciudad, esa suerte tan característica de las películas con finales felices… Pero, sobre todo, por ese amor tan de utopía que comparten.
A veces, se pasan de melosas, pero es que se deben de querer muchísimo para ser tan felices juntos: es francamente imposible mantener esa pasión tan sorprendente y sensual más de dos días, ya que la gente cambia y sus circunstancias también.
La gente busca el amor, tiene una pareja y se casa porque buscan ese amor que se plasma en la ficción, pero tristemente siempre hay un muro invisible impidiéndonos el paso a algunas habitaciones de la vida llamado realidad, y la realidad en este caso es que ni ella es James Cameron ni él es Leonardo di Caprio. Pero en esos momentos, ellos se quieren, y ellos dicen: “Quiero correr el riesgo de caer en la rutina, pues aunque caiga en la rutina será contigo: la persona que creo que en este mundo más feliz me hace y más me complementa”. Es un peligro que hay que correr en el amor. A veces se acaba mejor, y a veces se acaba peor. Pero es precioso y emotivo que dos personas en un momento de su vida lleguen a la conclusión de que son la pareja perfecta. Esa sensación de estar enamorado es… ya lo sabes, no hace falta que te lo explique. ¡Tú imagínate cómo debe de ser el estar comprometido con alguien! Simplemente, nadie podría explicarlo.
Y he aquí el motivo de la carta, Pedro:
¿Quieres casarte conmigo?
¿No te has dado cuenta, queridísimo amigo, de que eres la persona que más quiero en este mundo? Contigo no solamente me siento libre, contigo siento como si de un año luz solo importara un milímetro. Cuando tú sonríes, yo no tengo cara para tanta boca, y cuando tú estás triste, yo no tengo bañera para tanto llanto. Nuestra amistad ha sido la más especial que he tenido en toda mi vida y que jamás tendré…  Aun sin creerme que el destino quiso que nos uniéramos y demás tonterías, yo siento como si tú hubieras sido diseñado exclusivamente para mí.
Hemos vertido hasta la última gota de nuestras “almas” (por decirlo de alguna forma) el uno en el otro y aun así nunca jamás nos hemos peleado. Somos como… como dos gotas de agua: no porque opinemos igual, ni sintamos igual… sino porque nos juntan y somos uno.
Puedo asegurarte que lo que tengo no es un cuelgue. Lo que tengo es, aquí dentro de mí, algo que me está comiendo por dentro; lo que tengo es que cada vez que te veo tengo ganas de gritarte lo que siento por ti, y sabes que no tengo ninguna vergüenza en decírtelo, que a mí vergüenza me falta bastante…, pero me contengo, me contengo porque no quiero estropear esta relación tan maravillosa… Pero es que ya no es amistad lo que tengo, lo que tengo ya es hasta odio de quererte tanto, lo que tengo es una obsesión con cada centímetro que te forma, lo que me pasa es que estoy enamorada como nunca me hubiera imaginado que lo estaría.
Y podríamos perder la amistad, pero no sería por un desliz tonto, es que es cierto que no puedo seguir sin decirte que te quiero más que a nadie en este mundo. Muy a mi pesar, te quiero más que a mi madre y que a mi difunto padre (que en paz descanse), y mira que me sienta mal confesarte eso…
Tú dirás: de todas maneras, seguiremos siendo amigos, lo sé. Sé que en el fondo tú me quieres como a nadie, pero puede que no de esa manera. La cosa seguiría bien entre nosotros, aunque no tan bien como antes…
En fin, si la respuesta es “no quiero casarme contigo”, me aguantaré. ¿Que tendré ganas (perdona por ser tan bruta) de quitarme la vida y de arrancarme el corazón con el premolar? Pues sí. Pero me aguantaré, como hay que hacer en esta vida, que ya me he dado cuenta yo de que no es un cuento de hadas esto de vivir, que las cosas ocurren y hay que seguir para adelante sin mirar atrás y sin derrumbarse, y si tiene que derrumbarse una, pues se derrumba, pero luego carga de nuevo las cosas a su espalda y sigue tirando.
¿Y cuando estés con otra? Pues lo mismo: Me compraré un perro, adoptaré a un hijo, o a lo mejor me da por los sudokus. ¿Pero sabes lo que nunca haré? Separarme de ti.  ¿Sabes por qué? Porque no puedo.
Espero tu respuesta. Sé que me responderás: yo no me enamoro de cualquiera: Si tu respuesta es no, nos vemos en el café; si tu respuesta es sí, nos vemos en el altar; y si me respondes con una pregunta del estilo: ¿Estás segura de que quieres casarte conmigo? yo te responderé que no he estado más segura de nada en mi vida.
María Montero Curiel (3º E.S.O. A)

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