Fiel sirena enamorada
el fin que atormenta
el pecho,
que rasga el querer de
vida
haciendo del niño un
preso.
Acude la abanderada,
teñida de verde y
fuego
por ser de sangre
minera
y hacer lo imposible
un cuento.
Combate en feroz
palabra
el sino del cementerio:
¡que vuelva el hombre
a ser hombre
y sueñe que no está
muerto!
¡Llorad sin miedo a
vaciaros,
oh, hijos del
sentimiento,
que es esta dulce
locura
la estirpe de nuestro
seno!
¡Reíd sin temer la
espada
que petrifica el
aliento,
siendo la risa más pura
la misionera del
cuerpo!
¡Cantadle al tiempo
bandido
forjados ya los
cimientos,
vencido por una idea
nacida entre barro y
heno!
Y alimentamos la
herida
que reaviva el
recuerdo
por darle pasión al
yugo
aún sin saber,
sabiendo.
Marina
Jiménez Saldaña, 2º Bachillerato (Naturales)
No hay comentarios:
Publicar un comentario