“Otra vez no, por favor, otra vez no”, había repetido mil veces con cada golpe que recibía. Se miraba al espejo, limpiándose las heridas de la cara, sabiendo que esta vez sí le quedarían marcas. Esas marcas le recordarían una y otra vez lo maldita que estaba siendo su vida, el precio que había tenido que pagar por no detener esto a tiempo.
Ahora se sentía sucia, sucia por permitir que la persona a la que más amaba le estuviera destruyendo de esa manera. Siempre se decía a sí misma, después de cada paliza, que la próxima vez no lo permitiría, pero él seguía siendo más fuerte, más violento y nunca conseguía detenerle.
A pesar de que le dolía todo el cuerpo, había salido de casa llegando a duras penas a las escaleras que conducían hacía la azotea. Con cada escalón que subía, maldecía el día en el que se había enamorado de aquel energúmeno, de aquel que la apuñalaba con cada insulto que salía de su boca, de aquel que no la dejaba vivir la vida.
Consiguió llegar a la azotea. Sentía una fuerte opresión en el pecho que le dolía y que no la dejaba respirar. Pero ese dolor le dio aún más fuerza, le dio el valor suficiente…, el valor para caminar hacía el borde del edificio. El viento le revolvía el pelo, le acariciaba la cara con delicadeza. Era ahora o nunca, era seguir viviendo su vida de mierda o ser libre, por fin libre.
La ansiedad y el sufrimiento le habían llevado a tomar esa decisión. Su vida estaba controlada por la pena, por el dolor. Se había sumido en una de las más profundas depresiones sin querer. Estaba cansada de vivir, el tiempo le había arrebatado el sueño, la esperanza y ahora solo queda el sufrimiento.
Miró hacía el infinito sonriendo de forma inocente. Sabía que si no lo hacía ella, él podía terminar con su vida de forma salvaje. Ni su vida ni las personas a las que dejaba atrás iban a conseguir que no hiciera lo que había planeado. No, ya no había marcha atrás, ya no había tiempo para darse cuenta de que había cometido algún error. Estiró los brazos, notando cómo la sensación de libertad fluía por su cuerpo, inflándola lentamente. Llenó sus pulmones de aire, sabiendo que era la última vez que iba a hacerlo.
Dio el paso definitivo, el paso que pondría fin a su vida llena de desgracias y lamentaciones. Sonrió de nuevo al aire, al mundo, a la vida. Todo ya había acabado.
Please, save me.
I’ve been waiting,
Been aching for too long.
Daniela Calvache Rodríguez, 2º Bachillerato (Ciencias Naturales)
No hay comentarios:
Publicar un comentario