Siempre he creído que la magia existe, pero parece ser
que las demás personas no piensan lo mismo.
Una noche leí que si sobre el alféizar de tu ventana
decías “Cometa” ciento veintitrés veces, una extraordinaria nube blanca aparecería
para llevarte a un lugar labrado con tus sueños. Sin más dilación, me apoyé en
mi ventana y pronuncié las palabras ciento veintitrés veces, como rezaba la
frase. No ocurrió nada hasta que, de una explosión, una fantástica nube
apareció. Vacilé un momento, y subí corriendo.
Empecé a pasar frío, iba cada vez más deprisa, cuando
de pronto paró en seco, y salí despedido por los aires hasta que choqué con
algo parecido a una puerta gigantesca. Intenté abrirla, pero estaba cerrada.
Toqué a la puerta y, acto seguido, se abrió completamente, descubriendo unos
inmensos prados verdes que se perdían en el horizonte.
Fui a pasar por el portal, cuando se cerró delante de
mis narices. ¿Qué podía pasar? Una terrible ráfaga de aire me lanzó hacia la
nada. Estaba cayendo hacia el vacío y nada me pararía. ¿O quizá sí?
Pensé apresuradamente en una solución y di con ella.
Llevaba en el bolsillo, una cajita que no sabía de dónde había salido, la abrí,
y vi cómo toda la historia volvió en el tiempo y, sin darme cuenta, eran las
cinco de la mañana y estaba en mi cama tapado.
Jesús García
Terol, 2º E.S.O. A
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