Almería a 5 de marzo de 2020
Querido Álvaro:
Te escribo esta carta porque todavía estoy aterrado por las pesadillas que
he tenido esta noche, aunque no sé aún, si se ha tratado de un sueño o si lo he
vivido en persona.
Todo sucedió cuando el viernes, después de un día de clases realmente
agotador, me fui a mi pueblo a pasar la tarde con mi primo. Cuando llegué,
cogimos las bicicletas para dirigirnos al río. Una vez allí y tras un agradable paseo, tuvimos que
bajarnos de las bicis, ya que, a lo lejos, observamos que había un pequeño
socavón en la montaña. Echamos a suertes quién de los dos sería el que iba a
realizar la incursión en el agujero. Después de lanzar la moneda al aire, me
tocó a mí. Así que me puse manos a la obra.
Cuando logré entrar, no podía ver nada, mis ojos debían primero
acostumbrarse al cambio de luz tan brusco que se produjo. Una vez que me había
acostumbrado a la oscuridad, descubrí que no era una cavidad abandonada, sino el
refugio de una “araña gigante” en el que se encontraban sus huevos. Por el
tamaño de estos, pude averiguar que no eran de un artrópodo normal, sino que se
trataba de una “criatura extraordinaria”.
De pronto, se oyó un crujir que hizo despertar mi atención. El gran insecto
se acercaba hacia mí. Mi corazón tenía cada vez un mayor número de
palpitaciones. Hasta que pude otear, al fondo de la cueva, el arácnido en
cuestión. Alrededor de él, se encontraba un ejército de arañas más pequeñas,
pero, su tamaño no era proporcional al daño que su veneno podía producir. Intenté
escapar, pero me capturaron con su potente y pegajosa tela y antes de morir en
las garras de ellas… DESPERTÉ.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando comprobé que después del ataque de las
arañas, yo me había convertido en una de ellas…
-¡Dios qué horror! Yo también era una araña gigante.
De pronto oí a lo lejos una voz. Era mi madre llamándome… Todo había sido
una PESADILLA DENTRO DE OTRA PESADILLA.
¡POR FIN TODO HABÍA ACABADO!
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