domingo, 12 de febrero de 2012

El estudiante ciego


Érase una vez un conservatorio de música, en el que, como ocurre habitualmente, había buenos y malos alumnos. Arturo era un niño bueno, inteligente y obediente, pero por desgracia tenía una minusvalía: era ciego, y algunos de sus compañeros abusaban de él, lo dejaban en ridículo delante de todos, le pegaban empujones, incluso a veces patadas. El pobre chico cada día iba a clase más cansado y decepcionado, y lo peor de todo es que ni siquiera podía ver las  caras de quienes lo torturaban.
 Un día, cuando término su clase y se iba a su casa con su amigo Raúl, sin querer, tropezó con algo, lo tocó y lo cogió. Por su tacto, supo que eran unas gafas, y le dijo su amigo Raúl: “me gustan esas gafas, póntelas a ver cómo te quedan”. Se las puso y de repente vio salir una manchita blanca que poco a poco se iba agrandando, hasta que recuperó la vista. Le salió una lágrima de alegría. Al haberse curado de su minusvalía, ya nadie se reía de él, era simplemente un músico más. Consiguió su sueño: ser pianista profesional y triunfar viendo a su público.
Lucía Sánchez Velasco (1º E.S.O. B)

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