No lo mires a la cara
que sus ojos son marrones.
Nada queda por hacer,
solo vivir de ilusiones.
Él a mí no me conoce,
pero es que nadie se opone
a que en jirones me deje
el alma que se me encoge.
Al contemplar su mirada,
el corazón se me rompe.
Juliana Trinidad Sáez Rodríguez (1º E.S.O. B)
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