Sentí inquietud
ante su reacción. Tenía unas inmensas ganas de saber lo que pasaba. Pero me
dijeron que me mantuviera apartada.
Y así hicimos, mi
desazón y yo nos fuimos a otra habitación. Todo lo que escuchaba, todo lo que
hacían, me causaba grandísima extrañeza. En ese momento raro, me dio miedo mi
imaginación y empecé a sentir escalofríos. Ya no se escuchaba nada.
¡Cuál horror me
imaginaba! Sentí pasos, pasos del atemorizado temor hacia mi intranquilidad, y
se juntaron a la misma vez que se encendieron luces y me dieron una sorpresa, pero
de las buenas. Ahora, solamente estaba eufórica.
María Ortiz
Martos, 2º E.S.O. B
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