domingo, 24 de octubre de 2010

No podía creerlo

No podía creerlo, otra vez no. ¿Por qué a mí? La misma pesadilla noche tras noche… Siempre aquella chica rubia joven desesperada intentando salvar su vida…, en vano. Y yo ahí mirándola inmóvil a la orilla del mar sin poder ayudarla viendo cómo segundo tras segundo su vida se le escapaba de las manos. ¿Qué representaba aquel extraño sueño? Mejor dicho, ¿a qué se debía aquella maldita pesadilla que me acechaba todas las noches? ¿Por qué no podía dormir plácidamente al lado de mi marido en nuestro nuevo hogar?
Sí, puede que mudarme a aquella casa fuera algo precipitado pero… ¿Qué podía hacer yo? Ricardo tenía su vida allí, su trabajo, su familia…, todo. Sin embargo yo ya no tenía trabajo, al fin y al cabo no había nada que me atara a mi antigua ciudad, ni amigos, ni familiares; estaba sola.
Cuando llegué a aquella casa todo parecía perfecto, era muy espaciosa y bonita, con un amplio jardín, situada al lado del mar; tenía un buen coche y un marido maravilloso. ¿Qué más podía pedir? Vale que él a veces se comportaba de una manera un tanto extraña y en ocasiones llegaba a ser muy celoso sin tener motivos, pero era algo a lo que no le había prestado demasiada atención, al fin y al cabo, cada uno tiene su manera de ser ¿no? Solo había una cosa que me molestaba realmente. ¿Por qué no dejaba que me acercara al sótano? ¿Qué se escondía detrás de aquella antigua puerta cerrada con candado, que bajo ningún concepto podía abrir? Cuando intentaba sacar a la luz ese tema de conversación siempre lo evadía. Él quería que yo me olvidara por completo de aquel oscuro cuarto situado en lo más profundo de la casa, pero yo no me daba por vencida, sabía que Ricardo escondía algo y tarde o temprano debía averiguarlo.
Pasaron las semanas y él debía hacer un viaje de negocios que duraría un par de días; era mi oportunidad para descubrir qué se escondía detrás de esa puerta, así que esa misma tarde después de ir a despedir a Ricardo al aeropuerto busqué por toda la casa la llave que abriría el candado. Estaba celosamente escondida tras el pesado cabecero de hierro que decoraba nuestra habitación. Bajé decididamente al sótano y abrí la pesada puerta; al entrar… ¡No podía creerlo! La chica joven de mis pesadillas aparecía en un montón de fotografías allí guardadas, pero, ¿qué pasaba? ¿Quién era ella? Seguí revisando desesperadamente aquel cuarto lleno de polvo y recuerdos del pasado y encontré algo más, en una esquina de la habitación se hallaba un pequeño baúl de madera con fotos de matrimonio, para mi sorpresa los novios eran Ricardo y esa mujer, y junto a ellas había numerosos documentos; aquella chica se llamaba Elisabeth y se habían casado en esta misma ciudad diez años atrás, pero ella había fallecido. No daba crédito a lo que veía. ¿Qué estaba pasando?, lo comprendí en cuanto leí una carta que ella le había escrito a Ricardo donde le decía que había conocido a otro hombre y ya no deseaba estar junto a él, quería el divorcio, y Ricardo… ¡Ricardo la había asesinado! Ahora había descubierto su secreto. Decidí avisar a la policía y salir de aquella casa lo más pronto posible pero oí el ruido de la puerta de entrada de la casa, ¿era él? ¿Acaso no había tomado ese avión? Escuché sus pasos por la casa aproximándose a donde yo me encontraba así que decidí esconderme pero era demasiado tarde; estaba frente a mí y se disponía a matarme para seguir manteniendo a salvo el crimen que había cometido hace dos años; pero de repente me armé de valor y sin pensarlo dos veces le golpeé la cabeza con el pesado baulito de madera y en una fracción de segundo se desplomó en el suelo. Ese fue el momento en que acabó nuestro matrimonio, o mejor dicho, nuestra farsa.
Hoy, un año después, tengo un nuevo trabajo y una nueva casa completamente lejos de allí, en fin, una nueva vida.
Laura Sánchez Díaz, 1º Bachillerato – Ciencias Naturales

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