miércoles, 27 de octubre de 2010

Naranjeando (leyenda)


Os voy a contar la leyenda del llamado Caballero de las Naranjas y de cómo surgieron los trescientos sesenta y cinco días del año.
Era allá por el tiempo en que se creía que existían las brujas y en que los dragones escupían fuego; eran tiempos en los que la cultura era totalmente desconocida y se creía que la tierra era plana.
En aquella época vivía Don Raimundo, un noble de los que llevaban capa, sombrero y espada. Vivía con su mujer, Londresa, y sus dos hijos, Lucas y Taromo.
Eran los gobernantes de una pequeña localidad llamada Lureste. Se trataba de un pueblo amurallado, con no más de tres mil habitantes, todos campesinos excepto una parte de la población, que eran soldados al servicio de Raimundo.
En aquellos tiempos había un rey, llamado Resticius, que se quería hacer con todo el territorio, y solo le faltaba por conquistar el pequeño pueblecito de Lureste, y es que éste se encontraba en la región de las naranjas y hacía frontera con la región de Laristo.
Raimundo sabía que Resticius lo tenía que atacar tarde o temprano, así que les advirtió a los vecinos que estuvieran preparados. Estos, con gran valentía, se ofrecieron a luchar por su pueblo. Esperaron durante días a que llegara el ejército del rey Resticius. Cuando llegaron, al ver que los triplicaban en número, a Raimundo se le ocurrió una idea: hizo prometer al rey que si le conseguía llevar la naranja de la ilusión dejaría a su pueblo tranquilo.
Así que Raimundo, con dos hombres más, se puso en marcha sin más remedio.
Tuvieron que atravesar acantilados inmensos, cuevas con seres jamás conocidos y por último escalar una grandísima montaña. Una vez cogida la naranja, volvieron de camino a casa. Pero por algo conocían a Raimundo sus habitantes como Raimundo el listo, no iba a dejar que aquel miserable rey cogiera esa naranja que tras comérsela lo convertiría en inmortal. Así que la troceó en trescientos sesenta y cinco trozos y se la llevó al rey.
Cuando Resticius vio aquella maravillosa naranja troceada en trescientos sesenta y cinco pedazos, le suplicó de rodillas que le diera todos esos trozos. Raimundo le dijo que le daría un trozo al día siempre que él dejara a su pueblo en paz.
Los trescientos sesenta y cinco días del año fueron los días que el pueblo de Raimundo pasó sin ser atacado. Y lo del Caballero de las Naranjas, no hace falta explicarlo.
Manuel Antonio Horcas Cerezo, 4º E.S.O. A

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