miércoles, 27 de octubre de 2010

En el interior de un sueño


Me dirigía a casa de Charlie porque mis padres no podían quedarse conmigo durante esa semana. Se acababan de casar, después de catorce años de tenerme a mí se iban de luna de miel al Caribe. Sol, palmeras, playa…, todo eso para ellos, y yo me tenía que quedar con Charlie. No es que no me gustase, es que a veces se ponía a hablar de los sueños y yo no me enteraba de nada. Me prometió que algún día me lo explicaría…
Charlie era un viejo amigo de la familia. Tenía el pelo blanco y unos ojos color bellota, siempre perdidos en cualquier dirección. Siempre hablaba como un sabio, aunque no entendieses lo que te estaba diciendo, siempre te deslumbraba su fluidez al hablar y el vocabulario que usaba.
El coche de mi tía se paró enfrente de la casa de Charlie.
-Ya hemos llegado, cariño. Pásatelo bien. Y no le des tormento a Charlie, que ya es mayor ¿vale?
-Que sí, que ya lo sé- ya me había dicho eso otras mil veces en su casa-. Venga, adiós…
-¡Adiós!- mi tía Isabel siempre iba preocupada o con prisas.
Me di la vuelta para despedirme con la mano pero el coche ya estaba girando a toda velocidad con la música a tope. Mi tía no cambiaría nunca su manera de conducir. No sé cómo le dieron el carné de conducir. Quizás les hubiera amenazado a muerte. Mi familia era así, todos drogadictos y problemáticos, excepto yo.
Me dirigí tropezando hacia la antigua entrada ya que iba cargado de maletas. Toqué el timbre en cuanto dejé las maletas en el suelo. Charlie me abrió la puerta antes de que contara diez segundos. No debía de estar muy lejos de la puerta. Apareció con una suave sonrisa en el rostro. Eso significaba que tenía una sorpresa.
-Hola, Mark. ¿Qué tal estás? hace tiempo que no nos vemos.
-Hola, Charlie. Estoy bien y me alegro de verte. Em… Esa sonrisa…, tienes una sorpresa, ¿verdad?
-Me conoces muy bien, pero antes ven a merendar, debes de estar hambriento.
Charlie me preparó un bocadillo mientras yo buscaba algún cambio en la cocina. Nada había cambiado. Todo seguía igual que cuando venía de pequeño con mi abuela. Seguían esos azulejos amarillos y color canela en las paredes y esa mesa de madera que tantas veces había pintado con mis ceras plastidecor. Todavía quedaban restos de colores en las esquinas de las patas. La puerta que daba al patio trasero, donde estaría mi columpio-rueda, estaba oxidada y le hacía falta una mano de pintura. Había pasado mucho tiempo con Charlie. Era como mi abuelo y yo era para él, como su nieto. Pero cuando empezaba a hablar de la magia y los sueños, no me enteraba de nada. Aun así lo seguía queriendo.
En cuanto me tragué el último bocado de mi bocadillo, Charlie me llevó hacia su sala de estar, que más que una sala de estar parecía una biblioteca.
-Te voy a contar el secreto de mi familia.  Hace mucho tiempo mis antepasados descubrieron el mundo de la juventud y felicidad. Bueno, en realidad ellos no la descubrieron, ya había gente allí, y la sigue habiendo. Se llama Imaginatio, que significa imaginación en latín. Los descubridores de Imaginatio hablaban latín. Le pusieron ese nombre porque todo era como una ilusión, una imaginación. En cierto modo lo es.
-¿Cómo? Espera, ¿dónde está Imaginatio?
-En la cabeza de las personas tristes y que la vida no les ha dado suerte. Por eso te lo cuento a ti.
Charlie tenía razón. Mi vida no había sido un lecho de rosas. Mis padres no me hacían caso y me pegaban, en el instituto se burlaban de mí, a mi tía Isabel se le iba la cabeza y mi hermano se drogaba y vivía en la calle con unos chicos que también me pegaban. El único al que tenía era Charlie, que también estaba solo…
-¿Cómo se puede entrar?
-Tienes que relajarte, cerrar los ojos y dormirte pensando en una vida feliz.
Y así lo hice. De repente me vi sumergido en un mar de color azul cristalino. Peces de colorines  nadaban y saltaban felices. Pasado un minuto me di cuenta de que podía respirar bajo el agua. Salí a la superficie. A lo lejos un delfín gris se acercó a mí.
-Hola Mark.
-Charlie, ¿eres un delfín?
-Exacto. Y tú eres un duende.
Me examiné con la mirada. Tenía orejas puntiagudas, un sombrero de cascabeles, ojos grandes, y pelo verde.
-Guau.
-Sí, chico, es genial .Anda ve a conocer Imaginatio.
Todo era de colores intensos y alegres. Criaturas mágicas correteaban y reían. Un unicornio comía de la mano de una alegre hadita con trenzas rubias y alas rosas. Un hombre lobo jugueteaba con un conejito. Allí nada era malo, aunque fuesen criaturas como el hombre lobo, todos eran felices unos con otros. Al lado de la orilla una elfa de pelo castaño dorado, con un vestido del mismo color de su pelo me esperaba. Tenía una belleza infinita, piel morena y suaves dibujos marrones y dorados en los brazos. Sus ojos claros brillaban a la luz del sol. Era la criatura más bella que había visto nunca. Yo también debía de ser muy guapo porque no paraba de mirarme.
-Bienvenido a Imaginatio .encantada de conocerte-me dijo con su voz de campanillas-. Soy una elfa dorada y me llamo Ali.
-Hola, yo soy Mark y por lo visto soy un duende.
-Pues sí , ven, te voy a enseñar todo esto.
Ali me enseñó todo y surgió algo entre nosotros. Después de eso, en el mundo real mis padres me abandonaron y Charlie me adoptó. Mi tía está en un centro de rehabilitación. Ahora siempre que puedo estoy en Imaginatio, disfrutando con las sirenas, los pegasos y sobre todo con Ali. La vida real ya no me importa. De todos modos nadie me quería de verdad, excepto Charlie, pero ahora estoy con él. Si de todo esto tengo que sacar una moraleja, sería que a todas las personas les llega el turno de ser felices, aunque no sea en un mundo real…
Marina García Montoya, 2º E.S.O. A

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