El poema habla de una realidad: somos nuestra alma. El cuerpo no es más que una basta y mortal armadura que la cubre y la protege por su fragilidad. Los sentimientos son tan poderosos que a veces cuesta mostrarlos y se ocultan. Tras un rostro sereno pueden estar latentes, deseosos de salir, pero no lo permitimos. Ni siquiera nosotros entendemos por qué los protegemos así. Realmente nos hacemos daño. De esta forma nos autodestruimos por dentro, hasta que todo esto se nos manifiesta a través de emociones, deseos, alegrías o penas. Nuestra alma es la que siente, nuestro cuerpo el que revela. Cuando algún día haya armonía entre ambos, podremos ser felices, sin miedo alguno, mostrando nuestro interior.
Ángeles Jordán Soriano (3º E.S.O. A)
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