Hace mucho tiempo un pobre hombre llamado Zacarías vivía con su familia, que eran dos hijos muy pequeños y su padre anciano. Zacarías trabajaba en una empresa de electricidad, y ganaba un sueldo de 200 dírhams al mes, unos 150 euros. El hombre estaba cansado de su situación y decidió emigrar a Europa en busca de una vida mejor para sus hijos y para él también. Reunió un poco de dinero para el viaje y se despidió de su familia entre lágrimas.
Zacarías tomó aquella patera junto a veinte personas más y salieron al mar. Uno de los que viajaba junto a él, perdió los nervios y tuvieron que calmarlo. Después de largo viaje, por fin llegaron a España. Desembarcaron cerca de Málaga, muertos de frío y de hambre. Confusos. No sabían dónde ir. Se adentraron en un bosque y vieron, de pronto, a la Guardia Civil. Se lanzaron a correr a través del bosque cuando uno de ellos calló en un charco de agua y se rompió una pierna. Zacarías, asustado, le ayudó y pudieron escapar juntos.
Pronto viajarían a Granada y una familia los acogería en su casa. Allí les dieron de comer y consiguieron un trabajo. Por fin, Zacarías logró un trabajo digno y, al tiempo, pudo tener los papeles. Su vida se reconstruyó en este nuevo lugar pero algo le faltaba: su familia. De esta manera, sólo trabajaba para conseguir dinero suficiente para poder volver a ver a los suyos. Por fin, pudo reunir el dinero suficiente y volvió a su país. Encontró a sus hijos que se habían hecho mayores y a su padre viejo y enfermo. Pero estaba contento por volver a verlos. Después de unos meses, retornó a España con un único objetivo en su mente; quería conseguir dinero suficiente para que sus hijos pudieran reencontrarse con él en su nuevo país.
Jamal Saddiki, ESPA - P
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