Se metió en la bañera ardiendo para no pensar en nada de lo que le
había pasado.
¿En qué cojones se había convertido eso a lo que llamaban relación?
Se incorporó lentamente quitándose la espuma sobrante de los hombros,
se abrazó a sí misma tocándose los morados que su chico le había hecho días
atrás.
“¿Por qué? ¿Yo qué le he hecho?”— Se preguntaba mientras derramaba un
mar de lágrimas que se camuflaban con el agua de la bañera.
Se miró en el reflejo del grifo y vio un monstruo semejante a ella,
tenía la boca hinchada y el maquillaje que le tapaba el moratón del ojo
izquierdo se le había corrido con el agua.
No podía parar de pensar en todo lo que le había dicho durante varias
semanas, pero ya no podía más, quería dejarlo; sin embargo, era como una droga
a la que ella era adicta. Tenía tres opciones, intentar salir de ese mundo de
mierda en el que estaba metida, seguir en él buscando una solución o morir.
Se volvió a tumbar en la bañera, el agua sobrepasaba sus hombros, su
arañado pecho y hasta su casi su pobre pelo. Tomó una decisión. Metió la cabeza
por completo, cerró los ojos y dejó de respirar.
ana benzal
morales, 1º sh
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