Principio de un viaje, comienzo del camino...
Todo ello tan real, tan latente bajo la piel, tan propio,
para llegar a ese lugar negro, frío, sombrío..., pero sereno,
para llegar a la paz eterna.
Mas no pienses en el trayecto como un obstáculo,
pues a todos nos une de algún modo.
No hay cíclopes, ni lestrigones, ni coléricos dioses...
Esos muros sólo los crea tu mente,
para darle emoción al juego, a la aventura.
No mires el horizonte y desees subir el Himalaya,
sólo siente el momento, disfruta tus penas incluso... Vive.
Llegará el mal día del adiós, no sólo para ti,
sino para los que han de seguir combatiendo fervorosamente
en la batalla que nos hace, que nos forma y nos convierte.
Sueña ahora y nunca despiertes,
porque, cuando alcances tu destino, irremediable,
sólo un último pensamiento te dormirá dulcemente,
para que olvides todo lo visto y asumido,
para descansar..., en la penumbra de Ítaca,
reino de pecadores e inocentes.
Marina Jiménez Saldaña, 3º E.S.O. A
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