Érase que se eran un burro, un cerdo y un gorrión.
Paseaban por el campo con decisión.
Después de un buen trecho entróles hambre,
y un panal de miel encontraron sin enjambre.
«Esa miel calmará nuestro apetito»,
dijo el gorrioncito,
y dirigióse el pequeño animal
al dulce panal.
Su miel rápidamente cató,
y en un palomo se transformó.
El palomo feliz y contento
se marchó sonriendo.
El cerdo se fue a probar
y en un perro se hubo de transformar.
El perro feliz y agradecido
Se fue complacido.
El asno, impaciente, empezó a tragar,
y en un caballo alado fue a parar.
¡Oh, no, ya no podré rebuznar!
“La miel no está hecha para la boca del asno”.
Final alternativo:
y un demonio de Tasmania pasó a aparentar.
Engulló al cisne, al caballo y al panal,
incluido el árbol en total.
Definitivamente, la miel no está hecha para la boca del asno.
Rafael José Montesinos Hernández, 4º E.S.O. A
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