miércoles, 11 de noviembre de 2009

Expresión


Tras dos agradables meses de lectura enormemente gratificantes, Lidia se agazapó bajo la apaciguadora sombra del haya más alta del parque Whitequite, parapetándose del estruendoso bullicio ciudadano. En busca del relato final, se aventuró en el incesante galope de líneas que la persuadía en su trama.

Ahí, tras haberse dejado disuadir por el intuitivo placer del olvido, halló en su memoria un recuerdo furtivo. Clara se precipitó al suelo, restañando la invisible herida de su pecho, mientras las lágrimas discurrían como ríos por su pálido rostro. La imagen que coaccionaba su mente y su alma se mostraba ahora tan soberbia como ella misma lo había sido antaño. Lo evidente había sido ocultado, y, al hojear minuciosamente las páginas de aquel diario, se desvelaron el dolor, la traición y un orgullo frustrado.

Sangre de su sangre, compañero de juegos. Su propio hermano había acabado con la vida del único hombre al que había amado, por una mujer cualquiera.

Entre sollozos, sólo pudo concebir un pensamiento que hacía referencia al amor. «No está para sufrirlo, sino para disfrutarlo», pensaba ella, cautiva del dolor.

Súbitamente, su interior se rebeló. En ella se encendió la ira y el receloso pensamiento de la venganza.

Así pues, una sonrisa maliciosa se esbozó en su rostro, sabiéndose conocedora del paradero de aquella persona que había provocado tanta peripecia sentimental. Sólo había de seguir el sendero que la guiaría hasta el parque y su objetivo, donde la presunta culpable leía en su inocente fantasía...

Marina Jiménez Saldaña, 3º E.S.O. A

No hay comentarios:

Publicar un comentario