miércoles, 10 de noviembre de 2010

El misterio de la familia


El señor y la señora Wood iban a las afueras del pueblo para hacer una compra semanal en la ciudad, ya que no había negocios ni comercios allí. Era una ruta escarpada y estrecha, la única que comunicaba con la ciudad por carretera. En el último tramo, un despiste del señor Wood le costó la vida a él y a su esposa; en un saliente del acantilado reposaban sus cuerpos sin vida. Dejaron huérfanos a sus dos hijos, llamados Peter y Hermes. Fueron acogidos por la familia más cercana que tenían, su tía Verónica.
Ella los trataba como si fueran sus hijos, aunque era muy estricta a la hora de los estudios. No sabían que sus padres habían muerto porque eran demasiados pequeños cuando murieron en aquel accidente; creían que su única madre era ella porque era viuda y no tenía otros hijos.
Un martes por la mañana una voz despertó a los dos niños. Era la tía Verónica que había terminado de hacer el desayuno:
– ¡Vamos, despertad, o llegaréis tarde a clase!
Hermes y Peter no estaban acostumbrados a levantarse tan temprano porque antes, cuando iban al colegio, podían dormir veinte minutos más. Sí, era su primer día en el instituto.
Después de terminar las clases, el profesor les mandó que hicieran un decorado en el cuaderno para personalizarlo. Antes de ponerse manos a la obra, Peter estaba reuniendo todos los materiales para comenzar, pero faltaba uno, no estaba ni en el cajón de los materiales ni en la caja del armario donde guardaba los proyectos pasados. Hermes empezó a rebuscar donde estaba su hermano porque era muy despistado hasta que encontró un cajón sellado. Lo intentó abrir pero no podía, estaba cerrado porque el cajón estaba oxidado. Mientras ella estaba tirando con toda su fuerza le preguntó a su hermano:
– ¿Me puedes echar una mano? Es que no puedo con este cajón.
– Trae, yo lo soluciono.- le contestó.
Estuvieron intentando abrir el maldito cajón hasta que Peter tuvo una idea: arrojaron el aceite al riel del cajón para que así se pudiera abrir. Lo abrieron, pero no encontraron nada en él. Al cerrarlo, se escuchó algo que lo rasgaba.
– ¿Has oído eso, Hermes? -le preguntó su hermano.
– No, yo no oigo nada. -le respondió.
– Fíjate bien. -le dijo él.
– Crrrrrrrrrrrhhhhhgg.
Algo estaba interviniendo el paso del cajón para cerrarlo, Hermes metió la mano por el costado del cajón y notó que había un papel pegado con celo lo sacó por la curiosidad que tenía, era una especie de carta, al abrirla ponía:
Estimada Señora Verónica Wood:
"Ha de saber que su hermana Victoria y su cuñado Felipe han fallecido en un accidente de tráfico en la ruta que comunicaba el pueblo con la ciudad. Han dejado dos hijos de apenas un año y medio que serán entregados a usted, ya que es la única familia que les queda…”
Mientras leían se oyó la voz de tía Verónica preguntar:
¿Niños estáis ahí?
Al escuchar la voz, los niños intentaron esconder la carta en algún sitio seguro, pero era demasiado tarde; la tía Verónica ya estaba en el salón y los sorprendió. Tuvieron una pequeña charla sobre lo que pasó. Les confesó que ella no era su madre y, en general, todo lo relacionado con el pasado de ellos. Después, no se hablo más de ese tema y los niños desconfiaban de su tía.
Era sábado, un día esperado por los dos niños porque era sus cumpleaños y aunque esta fecha era para todos los niños un día feliz, para ellos no, porque les hacía recordar lo que les había sucedido a sus padres. Tía Verónica les regaló una videocámara, pero no le hicieron mucho caso.
Tía Verónica cayó enferma y vino a cuidarla un primo lejano, también de la familia de la madre de los niños. Era muy serio, tenía muy mal semblante, siempre estaba al acecho si pasaba algo en la casa. Se llamaba John.
Después de cenar, John subió a su habitación para cuidar de tía Verónica y mandó a dormir a la cama a los dos hermanos, pero un ruido los despertó: era John que estaba gritando sin cesar a tía Verónica, preguntándole por la herencia de los niños. La tía quería acabar con el tema. Los niños, sin pensarlo, cogieron la videocámara que les había regalado su tía y empezaron a grabar la conversación.
John seguía hablando sin darse cuenta de ellos, que estaban escondidos detrás de la puerta sin darse cuenta, se les escaparon algunas frases:
– ¿Dónde está la herencia de los niños después de la muerte de sus padres?
– Te lo dejé bien claro antes, tú lo escondías.
– Para eso los he matado.
Al oír aquello Hermes y Peter salieron corriendo. Jonh los escuchó cómo iban a su cuarto, así que fue a la habitación y no estaban en la cama, habían huido por la ventana. En una cabina cercana llamaron a la policía. Esta no tardó en llegar, tenían al delincuente acorralado en casa.
Al arrestarlo confesó que tuvo a la tía como cómplice, pero solo para guardar el dinero de lo que habían dejado sus padres. Si no lo hacía, a ella también le pasaría lo mismo que a su hermana. También contó la realidad de cómo fue el accidente: él quitó el aceite del freno del coche. Fue acusado de asesinato y no pudo hacer nada, ya que el vídeo que grabaron los hermanos lo demostró todo.
Ahora sí, viven con su tía sin ningún secreto.
Ángel Fernández, 1º E.S.O. A

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