miércoles, 17 de noviembre de 2010

Aquella mañana de agosto


Aquella mañana de agosto, Gabriela Santaella recibió la peor de las noticias. En la prensa aparecía en portada un suceso que estremecería al país: el deportista de élite, el mejor windsurfista de la historia, Raúl Miró, había quedado tetrapléjico al practicar una de sus actividades favoritas: lanzarse al mar desde un acantilado.
El ruido desapareció, el tiempo pareció detenerse, la taza de café hecha mil pedazos en el suelo y el dolor de una madre en lo más profundo de su corazón.
Después de veintitrés años, desde que lo dio en adopción, no había vuelto a ver a su hijo, aunque hiciera todo lo posible por seguirle el rastro. Parece extraño, pero no tuvo otra opción, ya que el padre de la criatura la obligó a hacerlo. A sus quince años fue la peor situación que pudo vivir.
Sin embargo ahora, viuda y sola, anhelaba aquellos momentos en que tuvo a su hijo entre sus brazos. Pero no era momento para recordar fantasmas del pasado, la realidad era que su único hijo había quedado inmóvil.
Entre tanto era su oportunidad para demostrarle lo mucho que le importaba y que, a pesar del tiempo, no había dejado de buscarlo y de pensar en él; debía estar a su lado en aquellos dolorosos momentos y suplicarle el perdón que tanto necesitaba.
Gabriela se apresuró y pronto viajó a Madrid para reencontrarse con Raúl. Al entrar en aquella apesadumbrada habitación de hospital no pudo contener por más tiempo aquella lágrima que inevitablemente resbaló por su mejilla cuando observó el estado en que había quedado su hijo, además de advertir el fuerte parecido que tenía con ella: pelo rubio, ojos grandes, nariz respingona y labios estrechos.
Raúl quedó sorprendido con su visita al comprender que aquella mujer era su madre, la misma mujer que aparecía en la única foto que conservaba de su infancia.
En el momento en el que sus ojos se volvieron a encontrar, tras veintitrés años, Raúl reparó en el inmenso dolor y el arrepentimiento de su madre, y, viéndose de aquella manera, se puso en el lugar de Gabriela y tuvo el repentino impulso de perdonar a aquella mujer que tanto había estado sufriendo por él.
Los siguientes días fueron buenos, llenos de emociones, confesiones y demás conversaciones en las que se contaron uno a otro sus vidas durante ese tiempo. Sin embargo, todo se tornó oscuro y ambos vivieron un desagradable suceso que cambiaría de nuevo sus vidas: Raúl sufrió una parada cardíaca de 90 segundos y padeció muerte cerebral momentánea. Afortunadamente, los especialistas lograron reanimarlo, aunque ya era demasiado tarde y, a pesar de todos los esfuerzos posibles, Raúl había quedado en coma irreversible.
El porqué de su parada cardíaca se explicaba en algo que Gabriela le había contado esos días en su reencuentro: su padre, ya fallecido, también sufría una extraña anomalía en el corazón que fue la causante de su muerte. Por desgracia, esa anomalía era hereditaria y también le afectó a Raúl.
Los siguientes seis meses de Gabriela transcurrieron de la misma manera, siempre encerrada en aquella habitación de hospital, con la única visita de los médicos más caros y especializados que podía permitirse, y con la desgarradora visión de su hijo en estado vegetativo.
Su dolor era terrible, sabiendo que su hijo no volvería a despertar de ese profundo sueño, pero ella no lo aceptaba, no quería creer que la vida le podía arrebatar de nuevo a su hijo, al que acababa de recuperar, por si fuera poco, tetrapléjico.
Sin embargo, con el paso de los días fue recapacitando, y se dio cuenta de que Raúl no merecía estar de esa horrible manera, intubado y enchufado a una máquina que respiraba, comía y, en definitiva, vivía por él.
Así que, reunió a todos los médicos y les informó de que había tomado una decisión: iba a desconectar a Raúl de aquella máquina para que al fin descansara en paz.
Pero, ¿era la eutanasia la decisión más acertada, o lo hacía por egoísmo, para ella no sufrir más?
Eso es ya cuestión de los valores y principios de cada uno de nosotros…
Laura Sánchez Díaz, 1º Bachillerato (Ciencias Naturales)

No hay comentarios:

Publicar un comentario