miércoles, 17 de noviembre de 2010

El don de Clara


Clara había nacido con el don de la adivinación. Lo descubrió cuando era una adolescente, cuando su vida se complicaba aún más. Todo empezó, el día en el que cumplía quince años.
-¡Hoy es el gran día, es hoy… es hoy!- Gritaba entusiasmada.
Recibió un gran beso de su madre, acompañado de un abrazo y del regalo que le esperaba. Le acompañaban sus padres y su hermano Jesús, impaciente, para ver cómo reaccionaba al recibirlo.  Lo cogió con sus propias manos, notó que no podía sostenerlo, se le resbaló y ella cayó al suelo; a demás, se desplomó sin ninguna explicación. Le daba vueltas la cabeza, y una imagen se le apareció en la mente, más que una imagen, un suceso. El suceso se refería al choque entre dos coches. Se iluminó la calle en la que sucedía, pero no se podían distinguir las letras. Aparecían los cadáveres de las personas muertas, cuerpos tirados sobre la carretera, solo dos, por suerte, y tres más heridas gravemente tras el choque. La mitad de las personas que veían lo sucedido desde sus balcones llamaban rápidamente a la policía, mientras que la otra mitad, avisaba a la ambulancia. De repente… Clara despertó y se encontró rodeada por su familia en la camilla de un hospital. Se encontraba aliviada porque sabía que se acababa de despertar de una pesadilla.
Sin saber qué era lo que había pasado, observaba cómo traían dos cadáveres envueltos en bolsas de plástico, y tres personas más, dos mujeres y un hombre, que parecían gravemente heridos. Dio un gran salto de la camilla y, a voces, gritó a sus padres que lo que había soñado mientras estaba inconsciente había ocurrido exactamente en la realidad. Su hermano la tomaba como loca y el médico, extrañado a la vez que preocupado, le dijo que se tranquilizara. Le mandó tomar unos calmantes y les recomendó que si seguía con ese extraño comportamiento, que tomaran lo más rápido posible medidas drásticas.
Clara no durmió pensando en lo que había ocurrido, en el extraño suceso que pasó en la realidad y todo había sido contemplado en un sueño. Pensaba en que podía estar loca o solo sería un suceso que debería ser borrado de su mente. Tomó la segunda opción como decisión y continuó su vida sin problemas.
Al día siguiente, lunes, logró ir al instituto de secundaria de su localidad sin haber pensado en ningún momento en aquello. Caminado sobre la acera, se le paró el corazón y, de nuevo, se le apareció una imagen: se trataba de una  niña, junto a sus padres, con las maletas hechas, pidiendo un taxi. A Clara le sonaba esa cara… era… era… era el cuerpo de su querida amiga Lucy. Se oyó su voz, diciendo:
-Taxi, taxi, pare aquí, por favor. Gracias. Nos dirigimos a París, ¿puede llevarnos?
En ese momento, Clara cayó de golpe al suelo. Frenó el golpe con las manos y unos rasguños aparecieron en ellas. Cinco lágrimas pedidas salieron de sus ojos azulados y cayeron sobre el sucio suelo. En esos momentos, comprendió por qué Lucy no había ido al instituto ni el día anterior ni esa mañana. Prepararía las maletas para marcharse uno de estos días.
No podía creerlo… no entendía lo que le estaba pasando… Se levantó, y preguntó  al cielo qué le estaba ocurriendo.
Deprimida, llegó a clase. Pasó el tiempo volando y regresó deprisa a casa. Encerrada en su habitación, llorando, Clara perdía horas y horas sin hacer nada. Una idea le vino a la cabeza: quería averiguar por su cuenta qué le estaba pasando. No sabía cómo averiguarlo, ni dónde podría hacerlo, solo buscaba respuestas a su estado; quería libertad para conocer por sí sola lo que le ocurría. A escondidas y muy sigilosamente, salió de la casa y, sin darse cuenta, cerró de un portazo. Gracias a que sus padres se encontraban en habitaciones lejanas, no la escucharon. Se colocó al lado del jardín de las rosas de su vecino y… Por tercera vez se le apareció en la mente la imagen de una conversación futura. Aparecía Clara y su abuela. Sonaban sus voces:
-Abuela, solo te lo cuento a ti y a nadie más. Me tomarás por loca, como me tomaron mi familia y el médico, pero sé que lo comprenderás… Me han pasado cosas muy extrañas estos días, desde mi cumpleaños hasta hoy. He tenido… una especie de sueños despierta, e incluso inconsciente…
-No sabía que… Te lo explicaré desde el principio. Los dones, como la adivinación, se conceden a personas especiales. Especiales en algún sentido, diría yo. Sin ninguna explicación yo también nací con el don de la adivinación. A la infancia no afecta sino  a la adolescencia la etapa en la que te encuentras. Incluso, ya sabía que ibas a venir desde esta mañana. Algunas imágenes se pueden controlar debido a que quieres adivinar algo; sin embargo, otras imágenes y sucesos no. Mi don, me fue concedido sin explicación; el tuyo, puede que por genética.
Clara quedó boquiabierta por lo que acababa de ocurrir. No se lo esperaba en absoluto. Dio media vuelta y regresó a casa con una sonrisa de oreja a oreja. Abrió la puerta y encontró a su abuela y a su madre hablando en el salón. Clara se sentó al lado de su abuela y le susurró al oído: abuela y nieta, juntas por un don. La abuela le sonrió, satisfecha de que había en su familia otra persona como ella, lo que cambió que Clara y su abuela tuvieran una conversación en el futuro.
-Por cierto, se me olvidaba, Clara. Aquí tienes tu regalo de quinceañera. Espero que te guste- le dijo su madre.
Clara recordó lo que le dijo su abuela sobre el control de las imágenes. Dejó el regalo sobre la silla de madera y le dio a su madre gracias por todo. La madre, extrañada, recibiendo un abrazo de su hija, observó cómo se guiñaban un ojo ella y su abuela.
Y aquí acaba la historia de Clara.
Laura Ontiveros, 1º E.S.O. A

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