No es mi garganta la que grita tu nombre en la penumbra,
no son mis labios los que te llaman,
no son mis ojos los que te buscan,
no es mi piel la que hierve o se congela en tu presencia.
¿Qué es entonces lo que dibuja tu silueta en mi memoria?
¿Qué es lo que transforma en tatuaje
cada una de tus palabras y cada uno de tus silencios?
¡Calla! ¡No respondas! Creo que empiezo a adivinarlo…
Es un duende que habita en el reino de los sueños,
que juega caprichoso a transformar el anhelo en realidad,
la bruma en luz cegadora, la escarcha en devoradora llama…
¡No! No es un mago quien te ha creado, soy yo misma sin rostro ni voz.
Es mi espíritu quien, desde su celda,
se arroja al abismo de tu indescifrable mirada,
de tu corazón parapetado, intransitable,
escarpado como poderosa roca aniquiladora.
No es mi cuerpo el que desea tu cuerpo,
no es él quien te llama, quien te busca y quien te nombra en la penumbra.
No es mi cuerpo quien te ama, es mi alma.
Gloria Langle Molina