miércoles, 20 de febrero de 2013

Metamorfonstruo




29 de marzo de 2012.
Querido Ambrosio Manuel:
Esta noche, tras innumerables pesadillas y un inimaginable malestar, sonó el despertador. Mis ojos, aún legañosos, se abrieron cegados por la luz que me entraba por la ventana. Retiré las sábanas, que me llegaban a la altura del pecho. Rocé mi pierna con la yema del dedo. Noté algo extraño, pues había más pelo de lo normal. Pero eso no fue lo único, pues cada uña medía aproximadamente 5 centímetros.
Salí de la cama. Me apoyé en el alféizar de la ventana, y oteé una extraña mueca en el césped del porche del vecino. Repté sigilosamente hasta el jardín, humildemente escondido tras una sábana. Toqué, aterrorizado el extraño objeto que se encontraba en la hendidura. De repente, todo lo que me rodeaba, comenzó a desaparecer, como abducido por un agujero negro, convirtiéndose en una cámara repleta de espejos.
Ahí fue cuando reconocí el extraño ser que ocupaba mi alma. Las piernas eran como patas de águila, seguidas por unos peludos muslos, cual oso polar. El abdomen estaba cubierto por un manto verde, repleto de lunares púrpuras que reflejaban tímidamente la luz. El pecho, repleto de escamas, llegaba hasta los brazos, esta vez sí, humanos, aunque en las manos, había uñas dignas de navajas de la Segunda Guerra Mundial. La cabeza, de león, tenía orejas de burro. En la espalda, un tatuaje con la inscripción ''PeloPicoPata''. Me tumbé en el suelo, en postura fetal, y comencé a gritar con todas mis ganas.
Cuando abrí los ojos, me encontraba en la cama, todo sudado, y con 40º de fiebre. ¿Habría sido una alucinación producida por los delirios febriles o un recuerdo de algún suceso real?
Un abrazo.
Eulalio José.
César Escribano Flores, 2º E.S.O. A

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