miércoles, 9 de marzo de 2011

Beltenebros


 El caballero desconocido retrocedió un par de pasos con su caballo. Levantó la barbilla con aire de superioridad y escrutó con mucha perfección el rostro de su adversario. Como un relámpago pegó un respingo poniéndose en una actitud defensiva.
-Tú -gritó el caballero descolocado, tras esto respiró e intentó guardar la calma-jinete de armadura plateada, tú que llevas como riendas en tu caballo las mismas que llevó un día mi amado hermano. ¿Fuiste tú su asesino? 
No le dejó tiempo para contestar y continuó:
-Me manda el rey Cidadán de Irlanda, te daré tiempo necesario para rezar porque este lugar será tu tumba.
Beltenebros rió.
-Ese al que tú dedicas tu vida es el mismo que le arrebató a tu hermano la suya. Si él pudiera verte...
-Imposible...-masculló el caballero con poca credibilidad en sí mismo.
-Además creo que tu rey no volverá a darte más órdenes.
-¡Imposible!-repitió llevando se las manos a la cabeza y mirando con unos ojos entre odio y desesperación.
Beltenebros al fin vio bien su rostro.
-Eres demasiado joven, prácticamente un niño, regresa con tu familia y no te tortures más. El que mató a tu hermano ya yace muerto.
-No -negó el joven con la cabeza-, me habéis salvado de mi destino y debo agradecer lo que vos habéis hecho. Yo sé dónde se haya Oriana. Cidadán la sacó de Miraflores, pero está más cerca de lo que creéis. ¿Divisáis aquella torre junto al mar cuyo pie se sumerge bajo el agua?
Allí se encuentra vuestra doncella. La única desgracia es que para entrar hacen falta dos llaves: una me la confió el rey y la otra siempre la llevaba él consigo.
Beltenebros le interrumpió:
-Te dije que el rey murió, pero no te dije a manos de quién ¿verdad?
El joven negó, mientras su acompañante rebuscaba entre sus cosas y de ellas sacó un pequeño objeto brillante.
-Se puede decir que por motivos del destino me involucré en la derrota de tu soberano. Tras ella todos los que colaboraron se quedaron con algo suyo, y a mí me llamó la atención este curioso objeto...
-¡La llave!- exclamó el muchacho- Con ella podremos salvar a Oriana, pero corred, si la marea sube, la doncella sufriría daños.
Los dos se dirigieron rápido a la torre y se sumergieron a la entrada. La pesada armadura de Beltenebros le ayudó mucho en esto. Tras abrir la primera puerta, corrieron escaleras arriba antes de quedarse si aire. Tras muchos escalones, llegaron a la otra puerta, la abrieron y dentro estaba Oriana con una inmensa alegría de verlos. Tenían cumplido su objetivo pero, como el agua había subido, ya no podían regresar por donde habían entrado. El joven se asomó por una ventana mientras Beltenebros miraba por la otra en busca de alguna salida.
-Señor por aquí creo que le llaman...-Beltenebros fue a asomarse. Así era, abajo estaban Durín y Enil intentando ayudar con una cuerda. Tras varios intentos consiguieron lanzarla, entre los tres consiguieron atarla fuerte, bajaron a tierra por turnos y le agradecieron todo a Enil y a Durín. Tras esto, Beltenebros llevó de vuelta al joven y a Oriana con su familia y con sus dos compañeros continuó con su errante vida en busca de otra aventura.
Ángeles Jordán Soriano, 2º E.S.O. A

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