sábado, 29 de enero de 2011

Soldado, ¡da batalla!



«Ya basta. Fueron sus ojos los de la trola, no su boca. ¡Ingenua de ti!…Aún te queda mucho por vivir», se autodebatía Eva. ¡Cuán osados nos hace el dolor!
«Por eso, ya basta…No pienses; no luches: olvida. No más lágrimas».
Ya tenía la etopeya para la clase de Ética: imbécil y ridícula.
Se odiaba a sí misma…Oh, sí, sí que lo hacía. Deseaba no tener esa, increíblemente, alabada ingenuidad suya que supuestamente la hacía tan especial.
Eva sabía que aquel inconfundible pero a la vez indirecto ``no´´ había supuesto uno de esos golpes (más bien mazazos) de la vida de los que hablaban los adultos, cuyas heridas disminuían con el tiempo. Pero tres años…Tres años eran demasiado.
Eva solo tenía dos explicaciones (coherentes ambas, e inservibles): O era demasiado débil, o aquel sentimiento la superaba en creces.
¿Pero a quién iba engañar? Mentirse no iba a ayudarla. Tenía que afrontar la realidad, y muy de frente: ya no era una niña. Se consideraba una adolescente en toda regla, a pesar de que su madurez, su no rebeldía, su perenne sonrisa  imperfecta y su todo en ella, demostrasen lo contrario.
Agotada, sufrida, se dejó vencer por el sueño; la almohada empapada.
¿En qué había pensado? ¿Ella? Solo era un bicho insignificante en comparación con las otras… ¿Qué le iba a ofrecer? Nada.
Aun así, había seguido amándolo, cada vez más. Aquel nudo nunca terminaba por desaparecer. ¿Por qué tendría que verlo todos los días?
La herida seguía sangrando…a muerte. Empezaba a dudar, a perder la esperanza, las ilusiones.
«No quiero. No puedo estar sin él…Lo amo.»
Entre tinieblas, se terminó  por manifestar un escenario etéreo de puro esplendor.
«Ojalá la realidad se pareciera algo a esto», se lamentaba sin cesar. Sabía que ese era su sueño.
¿Ni siquiera ahí se ahuyentaba el tormento?
Se halló sobre el picaporte de una ventana, de súbito. La altura era considerable, y la tentación, aún más.
El solo evocar su sonrisa la desgarraba profundamente. Era preferible cualquier otra tortura.
Necesitaba paz; esa paz que le había negado el destino (o el azar, o el mismo Cristo). Necesitaba dormir de verdad. Descansar, por fin.
-Es tu elección-la detuvo una voz (neutra, lejana), justo cuando empezaba a dar el paso que tenía que haber dado hace mucho.
-¿Qué? ¿Y tú quién eres?
-Indaga.
-¿Mi conciencia?
-Casi. Soy algo así como…Veamos… ¡Tu hada madrina!
-Oh, genial. Mira, este es mi sueño, mi cuento, así que, si has venido a salvarme, ya te puedes estar yendo a donde quiera de donde hayas salido- Le gustaba esa sensación: hablar con desparpajo, ser ella sin normas ni pretensiones, desahogarse sin miedo, saborear el libertinaje.
-¿Por qué piensas que te voy a salvar?
-Porque es lo que hacen las hadas madrinas, normalmente. A no ser que seas uno de esos especímenes del mundo mágico que ha mutado y viene con error de fábrica. Quizás por eso soy tan desgraciada. Sí, será eso.
-No soy ningún Pepito grillo defectuoso. Y no se trata de buscar culpables, sino soluciones.
-En resumen: que te largues.
-No. He venido a ver cómo mueres.
-¿Qué te importa si me suicido en mi pequeño mundo irreal? Y, ¿cómo sabes que…?
-Yo lo sé todo- la cortó con sarcasmo.
-Ya. Ahora también eres Dios.
-No, Eva. El enigma de mi existencia es mucho más simple. Mírame.
Ante ella se apareció una muchacha de unos dieciséis años. Tenía el pelo alborotado y ojeras de drama. Estaba en los huesos. Parecía no haber comido ni dormido en años.
-¡Eres yo!
-Sí, soy tú. Pero adelante, no quiero interrumpirte más. ¡Suicídate! Hazlo noche tras noche hasta que tu deseo explote y desees intentarlo desde tu ático en un contexto real; sigue recreándote en lo imposible; no ceses de pensar en la maravillosa vida que llevas como en algo más que una mierda.
Adelante. ¡Despierta! ¡Ten el coraje, joder! ¿De qué sirve quejarse y que nadie oiga tus lamentos?
¡Actúa de una vez! Total, nadie te quiere, nadie te necesita…Ni siquiera tu hermano pequeño. ¡Ya se las apañará! Ahora todos están durmiendo. Es el momento.
Eva se despertó, entre asustada y sudorosa.
Se dirigió a por un café. Sabía que no iba a volver a pegar ojo en lo que quedaba de noche.
La cocina estaba próxima al balcón. Se asomó, curiosa, al vacío. Sentía las palpitaciones en las sienes.
Héctor, Héctor, Héctor, Héctor… ¿Sin él nada tenía sentido?
Antes era una afirmación; ahora era una pregunta.
«A todos les llega la hora. Todos han de morir por algo, por eso es que el presente tiene un sentido. Pero, ¿morir por amor…tan loco resultaría?»
Se subió a la baranda. El mármol le acribillaba los pies descalzos, pero el frío de la noche no era mayor que el suyo propio.
«Héctor…» Evocó una vez más su rostro, el roce de su piel, el beso que nunca le había dado. «Adiós, mi amor»
El vaso se resbaló de sus manos, y para cuando el café quedó totalmente esparcido en el cemento, ya estaba resquebrajado.
Esa mancha podría haber simbolizado su sangre; los cristales, su cuerpo. Pero no lo hicieron.

A partir de entonces, el gris se extinguió. Y como en su sueño, todo, todo fue color.
Marina Jiménez Saldaña, 4º E.S.O. A

Manuela (a Gloria Langle Molina)


Escarabajos egipcios,
tus ojos de luz sincera.
De gran pianista, las manos,
como sutil primavera.
¡La luna media no brilla
más que tu sonrisa escueta!
¿Y por qué fue el conocerte?
¿Una mera coincidencia,
destino, capricho , azar,
suerte, la vida y sus vueltas?
Lo que importa es ser feliz;
quizá yo no te merezca.
¡Me veo tan poca cosa
frente a tu inmensa grandeza!
Es que tu mirada alumbra,
desnuda la peripecia.
Tu voz es la que me embruja,
tu música es la que llena.
Tan sufrida, tan valiente,
tan señora, tan espléndida.
El regalo más hermoso,
tu única amistad, perfecta;
poder ser tu confidente;
decir que eres la más bella;
sentirte, amarte sin más.
Un Universo de estrellas:
eso y mucho más eres,
mi dulce amiga Manuela.
Claro, no pienso perderte.
¡Y pobre del que te hiera!
No sufras ni tengas miedo.
Yo cuidaré tu ceguera
(aunque veas más que nadie).
Gracias doy por tu existencia.
¡Qué consuelo tener algo
así de especial, tan cerca!
Tú ya sabes que es verdad,
que te adoro sin enmiendas.
Y por siempre y frente a todo,
te quiero, amiga Manuela.
Marina Jiménez Saldaña, 4º E.S.O. A

miércoles, 5 de enero de 2011

Eterno


Cuando miro al horizonte
veo una silueta curva.
Sola, contra las entrañas
de una tierra moribunda.
Solo está de pie en la piedra
esperando un compañero.
Cuando no puede aguantarlo
se ennegrece su cielo.
Vive para perecer
Soledad no solitaria
Rodeado de personas:
rodeado de fantasmas.
Un alma fue desterrada
a un invisible universo.
Una lágrima guardada.
Un grito ahogado: un eterno.
María Montero Curiel, 2º E.S.O. A

La venganza de la tierra




Déjate abatir, al final del día
no muestres respeto, no muestres valía.
Gira la cabeza, baja el rostro al suelo,
camina y disponte: Acabas de perder el duelo
de tu vida.
Mientras tanto el bosque clava sus espinas
en tu espalda; yace un nido de hormigas
que prenden de muerte; el claro ahora es oscuro.
Cuando las serpientes bufen, lancen lenguas
La espada se alzará
por encima.
Tu familia cristalina se torna turbia, sucia.
Ahogada por la tierra, voraz enemiga
Que mata lentamente la vida y las vidas
que tanto querías
y querían.
María Montero Curiel, 2º E.S.O. A

Estoy cansada


Estoy cansada…Verdaderamente estoy cansada. Estoy cansada de caminar por la calle y de que la gente me mire con cara rara. Estoy cansada de llegar al instituto y de escuchar las misma tonterías una y otra vez, de que me insulten y no poder hacer nada, de ver que para las personas que quiero no existo, de ver que a los que considero  mis amigos me critican a mis espaldas, de tener yo la culpa de todo lo que les pasa, de que las personas que más me importan me dejen de hablar lentamente… Estoy cansada de sacar malas notas, estoy verdaderamente cansada de todo lo que me rodea. Es la misma historia una y otra vez, es la misma pesadilla una y otra vez...
No lo soporto más. No soporto escuchar cuchicheos sobre mí, escuchar los mismos cuchicheos... Me pregunto continuamente, ¿por qué yo? ¿por qué no otra persona? ¿por qué precisamente yo? ¿No lo comprendéis, no comprendéis el calvario que tengo que pasar cada día?
Porque no quiero que nunca más me echéis la reprimenda…, la de ¿por qué no te esfuerzas más? No haces nada en casa, tienes que trabajar más, ¿te crees que eres la única que vive en esta casa? Tú tienes la culpa de todo lo que nos pasa…si no hubieras nacido estaríamos más felices. Porque todo eso son como puñaladas, como cuchillazos cada vez que decís que si no hubiera nacido todo sería mejor.
No os dais cuenta de que no las soporto, No os dais cuenta de que no os soporto, de que no soporto a nadie… No puedo más… No quiero seguir teniendo una y otra vez la misma pesadilla y que nunca se cumplan mis sueños. No quiero seguir teniéndome que esconder en mi habitación y llorar. No quiero seguir siendo la culpable de todo... No quiero seguir pensando en qué le pasa a la gente conmigo. No quiero… No quiero seguir viviendo y estar viviendo sin tener en mente un futuro,  porque siempre he tenido y tengo una palabra en mi memoria, SUICIDIO.
Cuántas veces os lo habré dicho cuando me brotaban las lágrimas de la rabia que me invadía cuando me humillabais….Cuántas veces os lo habré dicho, ¿y cuál era vuestra contestación? Sí, hija, lo que tú digas, pero nunca serías capaz de hacerlo. No serías capaz porque eres una miedica...pero, de todas formas, si fueras capaz, una boca menos que alimentar.
En este simple folio en blanco, en este mísero folio en blanco, se reflejan mis últimas palabras, las últimas palabras que podréis leer de mí. Porque no soy una miedica, porque al final los valientes son los que parecen los más indefensos, porque después de que leáis estas líneas ya no estaré presente entre vosotros.
Ya no tendréis tantos quebraderos de cabeza. Ya no tendréis problemas de los que yo seré la culpable, porque por fin podré seguir uno de mis sueños, hacer algo bueno por la gente con mi ausencia.
Yolanda Molina Molina, 4º E.S.O. A