Ahí estaba. Perdido, en la nada. Se encontraba solo, sin compañía. Confundido y muy deprimido, se preguntaba:
-¿Dónde estoy?
Sin respuesta ninguna se volvía a preguntar:
-¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado a aquí?
Tercera y última pregunta:
-¿Por qué?
No podía creerlo… ¿Se encontraba en un mundo paralelo? Quizás, pero… ¿Debido a qué? ¿Era todo una pesadilla o solo un sueño? Sentía que no podía moverse, se encontraba atrapado en un lugar desconocido… Su vida andaba por la sala en la que se encontraba como un alma, un alma perdida en medio de la nada, como un objeto despreciado a punto de extinguirse. La verdad, no podía explicarse qué estaba pasando.
Consiguió levantarse del asiento de la esquina y corrió como nunca lo había hecho. Caía, se levantaba, se volvía a caer; todo era igual, todo era infinito, presentía que nunca acabaría. Paredes lilas y moradas a su alrededor, que recorrían todos los pasillos por los que se dirigía. Cuadros a mano, creativos e ingeniosos que actuaban como sombras en un lugar siniestro. No lo entendía… ¿Qué era esto?
Cansado y asfixiado de tanto correr, cayó rendido en la blanda plataforma que se movía de forma circular, lo que causaba un impacto en la visión del chico. «Esto es el infierno», pensaba.
Divisó una puerta a lo lejos, a unos ocho metros más allá de donde se encontraba tirado. Esa puerta tenía que significar algo, ya que era lo único que le quedaba por probar. ¿La puerta sería su salvación, incluso su bendición o simplemente le llevaría a la perdición? No sabía lo que hallaría después de girar hacia abajo el tirador de la puerta y echar un ojo en su interior, solo sabía que fuera lo que fuera, o significara lo que significara esa puerta, era el único camino al que le llevaba el destino.
Paso tras paso, pisada tras pisada, mirada tras mirada, la puerta le esperaba intacta cada minuto que pasaba. Notaba cómo su corazón se aceleraba y cómo latía cada vez más fuerte. Sentía que su corazón ardía por el miedo. Hasta que, decidido y sin cobardía ninguna, alzó la mano para colocarla sobre el tirador y… el infierno proseguía.
La puerta daba a una habitación mucho más reducida, de tonos más oscuros, que desprendía un brillo al final del recorrido. Parecía la luz que indicaba el fin de su existencia. No se lo esperaba, ¿iba a pasar sus últimos días en este mundo? Ni hablar, no lo permitiría. De repente, un folio escrito apareció volando y aterrizó frente a él. En él estaban escritas unas frases que decían:
-Primero, te enfrentarás a…
-Segundo, adivinarás que…
-Tercero, huirás de…
-Cuando desaparezcan estas frases incompletas, podrás…
Y así concluyó todo. Se centraba en la primera frase. Te enfrentarás a… ¿A quién? Escuchó un ruido y contempló durante segundos la sombra de un ser. Quiso marcharse y huir a otra habitación, pero recordó la primera frase del folio e intentó enfrentarse de alguna manera a ese ser. Mantenía el miedo, pero el folio le sugería algo y se acercó hacia donde procedían las sombras. Solo quería que se acabara esta pesadilla cuanto antes. Cuando le quedaba el último paso por dar y así llegar, vio que no había nada.
-¿Cómo?- Se preguntaba.
Sacó el folio que guardó durante esos momentos. Estaba arrugado y doblado, claro, de estar en el bolsillo. Pero, lo raro era que había desaparecido la primera frase. No se lo podía creer, hacía unos instantes, el folio tenía cuatro frases y, ahora, solo tres.
Ya sabía a lo que se referían esos sucesos: eran pruebas para él, en la que cada vez desaparecería la frase de lo que realizaba. En ese mismo momento, desapareció la segunda frase. Sabía cómo continuaría, pero, una vez que el folio estuviera en blanco, ¿qué ocurriría?
Pasos enormes se escuchaban tras él. Recordaba la tercera frase. Sabía que era el momento de huir, pero, ¿de quién? Más bien, ¿de qué? O, ¿hacia dónde?
Rondaban muchas preguntas por su cabeza, pero, como ya he dicho antes, era el momento de huir y olvidarse de todo por completo. Huía hacia la luz, que era el único lugar al que se podría dirigir, debido a que era un lugar sin puertas ni escondites, sin decoración alguna con la que disimular, sin espacios pequeños que ocupar… En aquella habitación solo había cuatro elementos a destacar: el ser, el pasillo, la luz y, por supuesto, él.
Miró hacia atrás para ver qué era lo que le perseguía, qué ser andaba tras la sombra que lo cubría de pies a cabeza y ver su tamaño, principalmente, aunque desde el principio deducía que era un ser grande, de pies enormes por las huellas de sus pasos en el suelo. Era un ser horrendo, monstruoso, incapaz de colocarse de forma erguida, peludo, de color azul. Las babas le colgaban alrededor de la boca y las desprendía sobre el suelo mientras se transportaba. Colocó el papel sobre su semblante y vio cómo la tercera a la vez que la cuarta frase desaparecía hasta desvanecerse del papel por completo. En ese momento, cruzó a través de la luz y…, cayó sobre su cama. El papel en blanco descendía lentamente desde la parte superior de la habitación hasta llegar a la chaqueta marrón que vestía.
Pensaba que iba a ser la última vez que decía:” no me lo puedo creer” ¿Por qué? Porque sabía que ya estaba en su casa sano y salvo, todo por este simple folio que ahora estába en blanco. Ese simple folio en blanco salvó su vida; si no, ahora estaría todavía en ese mundo paralelo.
Intentó descifrar las frases, debido a que aún las recordaba. «Buena memoria», se decía:
Primera frase: Primero, te enfrentarás a… ¡Tus miedos! -Gritaba.
Segunda frase: Segundo, adivinarás que… esto son pruebas que tendrás que completar y la primera solo era para superarte a ti mismo. -Deducía.
Tercera frase: Tercero, huirás de… un ser horrendo dirigiéndote hacia la luz-. Recordaba.
Y, por último: Cuando desaparezcan estas frases incompletas, podrás… regresar a casa-. Aseguraba.
Creía que nunca lo diría, pero…, su regreso a casa había sido posible gracias a un folio. No por un simple folio, sino por UN FOLIO EN BLANCO.
Laura Ontiveros, 1º E.S.O. A