Este libro trata de una chica, Hazel, que
acaba de cumplir 16 años. Y tiene cáncer. A pesar de que sigue un tratamiento y
ha conseguido reducir su tumor de forma casi milagrosa, es una enferma terminal.
Este libro no te habla directamente de la enfermedad, si no de lo que es vivir
con ella.
Los médicos no pueden decirle cuánto tiempo
le queda; sólo sabe que debe vivir pegada a un tanque de oxígeno y sometida a
continuos tratamientos.
Pero su vida da un verdadero vuelco cuando
conoce a Gus Waters…
Y se preguntarán: ¿cómo puede cambiar una
sola persona la historia de otra?
Hazel y Gus nos dan una oportunidad de ver,
de una forma diferente, el amor (el que consideran y se apoyan en “su pequeño
infinito”) al afecto por la familia, a la lucha del día a día, al miedo por la
muerte y por la vida.
El final es de esos finales que te dejan
con ganas de más, de no querer que termine. Es un libro que no te deja
indiferente, al contrario, querrás leerlo más de una vez.
También llama la atención la
reflexión de Gus en las últimas líneas de la novela: resultar herido en la vida
es inevitable, pero si somos nosotros quienes escogemos a las personas que
habrán de herirnos, entonces podremos incluso ser felices.
Esto es lo que yo quiero
transmitir, que realmente lo importante no es cuanto te queda para llegar al
final del camino, sino a quien elijes para caminar de la mano hasta ese final.
andrea jiménez
saldaña, 4º e.s.o. c