Era un día como cualquier otro pero, al mirar al
cielo, Auri sintió que algo iba a pasar.
El tiempo se presentaba poco predispuesto a
alegrar el día. Grandes nubarrones grises lo cubrían todo, creando una
sensación claustrofóbica a la chica, que se abrazaba a si misma mientras
caminaba en un pobre intento de protegerse del inesperado viento gélido que
jugaba con el vuelo de su vestido de verano y se empeñaba en interponer su
oscuro cabello en su visión.
Mientras seguía caminando, rumbo a ninguna parte,
Auri fue vislumbrando varias personas en su misma situación. Nadie había
predicho este mal tiempo y paseaban con sus habituales vestimentas de verano,
que apenas los cubrían, medio encogidos intentando protegerse del frío, a la
vez que soltaban varios desvaríos y palabrotas sobre el maldito tiempo.
Esquivando como podía a los transeúntes, sacó de
su pequeño bolso de tela de colores su móvil enrollado con los auriculares, los
cuales se colocó con una mano, al mismo tiempo que con la otra elegía una
canción al azar de su lista de música. In
God´s Eyes de Saving Abel sonó a
todo volumen en sus oídos, apagando el mundano sonido de la gente cacareando a
su alrededor.
Uno, dos, tres pasos fue capaz de dar, tarareando
sobre “coger todo hasta que no quede nada” y mirando al suelo, antes de ver el
pequeño círculo oscuro que la primera gota de lluvia dejó en el suelo al caer
ante ella. Automáticamente, Auri levantó la cabeza hacia el cielo y otra gota
cayó en la punta de su nariz.
Tranquilamente, secó la pequeña humedad que la
gota había dejado en su nariz con su mano y suspiró, observando cómo la gente
comenzaba a caminar más rápido o, en algunos casos, hasta correr huyendo de la
lluvia.
No puedo entender
cómo las personas huyen de algo tan hermoso,
pensó.
Poco a poco, paso a paso, Auri llegó a la plaza
central de la ciudad, la lluvia comenzó a caer con más fuerza, la gente corría
en todas direcciones buscando un refugio, el agua empapaba las calles y las
ropas, todo era un pequeño caos de energía miraras donde miraras.
Sin poder evitarlo, casi atraída por aquello, la
chica se situó en el centro de la plaza y se dedicó a admirar el panorama.
Casi asombrada, observó el nivel del agua
comenzar a subir e inundar las calles y las casas.
Era como si el tiempo se hubiera detenido. Auri
simplemente miraba, completamente empapada, como la gente totalmente
horrorizada y atemorizada salía de los edificios y nadaba, ¡sí! ¡nadaba!, por
las calles gritando en busca de algún sitio donde poder subirse o agarrarse.
Irónicamente la
belleza lo destruye todo ahora.
Algo golpeó a Auri en el costado. El dolor
punzante ocasionado por el golpe sacó a la chica de su ensimismamiento, dejando
paso al terror.
El agua le llegaba por encima de la cintura, su
cuerpo le pesaba más de lo normal debido a su ropa empapada y no tenía ni idea
de qué hacer, el miedo la tenía paralizada.
La corriente que se estaba formando en el agua
hizo que el objeto pasara delante de ella, una pequeña tabla de madera. De
inmediato, los instintos de supervivencia de Auri se encendieron y se agarró a
ella. En el brusco movimiento el móvil,
que estaba en sus manos, y el pequeño bolso cayeron en el agua y fueron
rápidamente llevados por la corriente.
La tabla era pequeña, pero la chica también, así
que fue suficiente para que, con gran esfuerzo, ella se subiera en ella y
mantuviera el equilibrio de rodillas. Con
un poco de suerte aguantará hasta que deje de llover o alguien venga a
ayudarnos, se dijo a sí misma.
Ahora que la música no distorsionaba su audición,
podía oír perfectamente los gritos despavoridos de la gente. Se oían todo tipo
de comentarios, pero uno resaltaba entre los demás y llamó la atención de ella.
“Castigo divino”
¿Dios? Auri casi rió ante tal afirmación.
Estábamos en el siglo XXI, sabíamos diferenciar
el mito del logos y dábamos respuestas racionales a las cosas, ¿quién en su
sano juicio iba a pensar que este diluvio era causa de un castigo de Dios?
Más bien un efecto del calentamiento global. O,
al menos, esa era la idea de ella.
La chica miraba asustada a todos lados.
La lluvia no cesaba y ya había edificios
completamente cubiertos por el agua. Mucha gente había encontrado tablas u
otros objetos a los que sostenerse, pero muchos otros no habían encontrado nada
y las fuerzas se les comenzaban a agotar de tanto nadar para mantenerse a
flote.
Ella miraba las escenas de su alrededor
completamente horrorizada hasta que algo ocurrió. De repente, varias personas
pegaron un grito y se lanzaron al agua sin ninguna explicación.
Otras personas comenzaron a seguir la extraña
actuación y decenas comenzaron a desaparecer bajo el agua.
Al mismo tiempo, la lluvia empezó a disminuir su
fuerza, quedándose reducida a una inofensiva llovizna, e incluso algunos rayos
de sol se pudieron vislumbrar en el cielo. Del mismo modo, la chica observó
cómo un reducido grupo de personas conseguía llegar hasta la montaña que
dividía la pequeña ciudad; había sido lo único que el agua no logró cubrir.
Había esperanza, si Auri aguantaba en la tabla
hasta que la corriente la llevase hasta la montaña, estaría finalmente a salvo.
Casi sonrió.
Pero, inesperadamente, giró la cabeza hacia un
pequeño brillo el agua. Su móvil y su bolso estaban flotando a su lado,
esperando por ella.
Feliz por esta racha de suerte, alargó la mano
para cogerlos, con tan mala pata que perdió el equilibrio en la tabla y cayó,
con su objetos en la mano, en el agua.
Puede que la torrencial lluvia hubiera parado,
pero el viento seguía creando en el agua fuertes corrientes que hicieron
imposible la salida a la superficie de la chica.
Lentamente, las fuerzas de la chica se fueron
extinguiendo, al mismo tiempo que su oxígeno, quedando totalmente ajena a todo,
solo rodeada de oscuridad.
Quizás, fue su último pensamiento, sí
que fuese un castigo divino. Quizás Dios nos ha puesto a prueba y todos los que
hemos elegido las cosas materiales, hemos sido castigados.
Después solo quedó la nada para ella.
maría martín cazorla, 1º sh