¿Qué es la paz? Algunos dirán que es la no guerra pero hay mucho más…
La paz tiene que estar en el interior de nosotros, de cada uno, y después sacarla para compartirla con los demás.
La paz no es trabajo de uno, sino de todos.
No vale llenarse la boca diciendo frases como «No hay caminos para la paz, la paz es el camino» o «Yo tengo un sueño». Hay que trabajar como las personas que dijeron eso, lucharon para conseguir algo que todos queremos, pero que muy pocos luchan para ganarla, esa palabra que a todos nos gusta nombrar, la palabra Paz.
Con esto quiero hacer un llamamiento a todos aquellos que la viven pasivamente; a ellos les digo que uno solo no puede hacer nada, pero que entre todos podemos conseguir que la paz no sea sólo una palabra, sino algo que se pueda sentir y vivir, que la tengamos todos sin diferencia de raza, sexo o edad.
En la antigüedad, la mujer vivía a merced de su marido, no podía hacer nada sin tener el consentimiento de él.
Las mujeres se casaban jóvenes, sus matrimonios eran arreglados por los padres, los cuales solían tomar en consideración la cuestión de las propiedades.
Permanecían mayoritariamente en sus casas donde eran un poco más consideradas. Su trabajo era mandar a los esclavos y procurar que ninguno enfermara.
Aunque no en todos los matrimonios concertados la mujer era desplazada, en aquellos casos el marido la protegía y la mantenía a salvo.
En la actualidad la mujer ya no está tan sometida, aunque siguen habiendo casos en los cuales dependen legalmente del padre o del marido y son vulnerables al acoso, la violencia, etc.
El hombre machista piensa que la mujer es inferior a él, y por este pensamiento se produce la violencia de género, pero ante esto la mujer ha alcanzado la independencia y ha logrado que se le respeten la mayoría de sus derechos, porque aquí todos somos iguales y no debería haber diferencia.
Las mujeres vivían a la sombra de sus maridos. Esto se aprecia claramente por su posición legal: la ley las trataba como a menores de edad, estaban bajo la custodia de su padre o tutor legal hasta que se casaban, y desde ese momento pasaban a estar bajo la tutela de su marido. No podían tener propiedades por derecho propio; no participaban de la vida pública, ni tenían voto en la asamblea, ni asiento entre los jurados.
Las labores de la mujer de un campesino eran semejantes a éstas que acabamos de citar, pero en lugar de organizar a los esclavos tenía que hacer el trabajo ella misma. El trabajo era interminable y dejaba a las mujeres poco tiempo de ocio.
Los matrimonios tenían lugar a una edad temprana: una muchacha podía estar prometida a los cinco años y casarse a los quince. Los matrimonios eran concertados por los padres quienes solían tomar en consideración la cuestión de las propiedades.
Asistían a los festivales religiosos en su demo y acudían a los festivales dramáticos; también tenían importantes funciones en los ritos religiosos.
Hipatia de Alejandría fue la primera mujer que hizo contribuciones sustanciales al desarrollo de las matemáticas gracias a las enseñanzas de su padre Teón de Alejandría.
Llegó a ser directora de la escuela platónica de Alejandría por el año 400 d. C. Allí daba clases de matemáticas y filosofía. Basaba sus enseñanzas en las de Plotino, el fundador del Neoplatonismo, y de Iámblico, uno de los desarrolladores del Neoplatonismo alrededor del 300 d. C. Más tarde fue asesinada por cristianos que se sentían amenazados por su erudición, su sabiduría y la profundidad de sus conocimientos científicos.
Hipatia fue una de las escasas mujeres que pudieron estudiar, ya que en esos tiempos ellas tenían el deber de cumplir con las tareas de la casa y servir a sus maridos. En cambio, Hipatia consiguió tener sabiduría y poder comentar y opinar sobre lo que es verdad y lo que no, y eso le perjudicó, ya que para los cristianos suponía un problema por su destacada erudición.
Actualmente no tenemos el problema de Hipatia, pues las mujeres contamos con los mismos derechos que los hombres, tanto laborales como personales, exceptuando unos pocos países.
Quiero empezar esta redacción con una pregunta que seguro todos sabréis contestarme: ¿En qué siglo vivimos? Sí, en el siglo XXI. Y otra ¿Por qué nos empeñamos en seguir desarrollando una sociedad igual a la de hace miles de años en la que la mujer era una esclava del hogar y una maquina reproductora para conservar la especie?
Las tareas de la mujer siguen siendo las de la época antigua: Lavar, fregar, comprar, cocinar, cuidar de los niños…, pero ahora, además, trabaja fuera de casa y no recibe ayuda por parte de nadie, ni siquiera un simple gracias.
¿Hay solución a este problema? Ya en la antigua Grecia hubo mujeres que se esforzaron por llegar a la igualdad con el hombre pero no lo consiguieron. Una de ellas fue Safo que intentó llevar una vida paralela a la de los hombres junto con otras mujeres y se ayudó con la escritura.
Espero que después de estas líneas, a todo/a lector/a le haga reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos y la mentalidad tan poco desarrollada que tenemos.
Por último exponer una nueva pregunta que dejo en el aire: ¿Queremos cambiarlo? Está en nuestras manos.
Medea se queja del lugar que ocupa la mujer en la sociedad. Le gusta ser mujer, pero no que por ser mujer se le trate de manera diferente al hombre. No le parece bien que su vida gire en torno a un hombre que seguramente no la valore nada. Por eso expone estas quejas, sabe que nadie las escuchará, y, si las escucha alguien, no le dará importancia; pero las cuenta, cuenta las diferencias entre un hombre y una mujer, las desigualdades que ha creado la sociedad y que no le parecen justas, como a cualquier otra mujer, aunque ella no se calla.
Una mujer siempre es propiedad de alguien, primero de su padre y después del hombre con el que se va a casar. Pero un hombre jamás es propiedad de una mujer. Si una mujer y un hombre se separan, la mala fama va para la mujer. Y si la mujer no está a gusto, no puede salir con amigas, como lo haría un hombre, tiene que quedarse en casa, exenta de peligro..., como dicen los hombres. Todo esto hace que Medea quiera ser hombre y no mujer.
Si todo esto siguiera igual en la situación actual de la mujer, también quisiera ser un hombre. Me parece que en esa época la mujer estaba encarcelada o, aún peor, no tenía libertad de expresión y a esa forma de vida yo no la llamo vivir.
Además me parece muy valiente que Medea se queje de su posición social: no hay derecho a tratar a una mujer así. No digo que la mujer valga más que un hombre, pero tanto tiempo encerrada posiblemente la haya hecho más inteligente, mientras que el hombre, siempre creyéndose mejor que cualquiera de su especie, se ha convertido en todo lo contrario.
Siempre habrá excepciones, como con los tréboles de cuatro hojas.
¿Habéis pensado alguna vez qué une, separa y vuelve a unir a las personas?
Lazos que permanecen en un sólo recuerdo, pero que siguen estando ahí...
Cuando estéis tristes, pensad en aquellas personas que pueden convertir una lágrima en burbuja, o la media luna en sonrisa.
Quizás no somos más que mecánica expuesta a pruebas, pero... podemos conservar un sentimiento. Y los sueños e ilusiones, el sentir, la fe no nos los quita nada ni nadie.
Aprovechad el presente, que se hace pasado. No aguardéis a un futuro que puede no llegar jamás. Vivid la vida. Improvisad como lo hago yo ahora mismo escribiendo estos versos, veréis que todo gana una pizca de color. Y es que, en definitiva, este instante, esta semana, este mes, este año...mañana serán sólo la borrosa imagen de un tiempo que ya no volverá.
Sólo planteaos una cuestión y no cedais al enojo:
¿Controlamos el tiempo, o es él el que juega con nosotros a su antojo?
Imagina que todo se para, que el tiempo se detiene y que pudiésemos ir a donde quisiéramos. ¿Dónde irías? ¿Vendrías a verme?
Yo me escondería, me escondería en lo más profundo de tu alma y así sabría si te importo de verdad.
Porque no sé si podré estar alguna vez contigo, y te juro que daría lo que fuera por poder tocarte, gritarte, por decírtelo...
Que te quiero, de todas las maneras, y para siempre.
Siempre, una palabra mágica que para mí lo es todo.
Todos los días echándote de menos, todos los días gritándole al cielo que vengas y me saques de aquí..., porque me ahogo.
Me ahogo sin ti, sin tu sonrisa, sin tus abrazos.
Porque siento tan dentro los kilómetros que se interponen...
Y sólo de pensar que me queda una vida por delante sin ti, dan ganas de matarse, de no vivir más.
Porque de qué sirve estar muerto en vida.
Y quiero que comprendas que estaría horas mirándote, horas imaginándote, horas sabiendo que me estás esperando, que tú también te mueres por mí, que sabes lo mucho que me importas. Porque cuando estoy contigo no tengo hambre, ni frío, ni miedo, ni sueño.
Y quiero que comprendas que el tiempo pasa rápido, y no perdona..., no te perdona, ni me perdona a mí.
Y quiero que comprendas que cuando se juntan dos ríos se hace fuerte la corriente, que el universo se siente vacío sin estrellas, que el sol no quema si no estás conmigo...
Y, cuando todo parece perdido, aparece un rayito de esperanza, que sigue el iluso girasol sin saber que una nube pronto lo tapará...
Cariño, allí donde estés tú es el mejor lugar del mundo, y te prometo que algún día, no me importa cuánto tarde en llegar, seré capaz de olvidarme de todo, y de correr hasta donde tú estés, sin importarme cuánto tarde, sin importarme si llueve o nieva, o las piedras que me desgarren los pies.
Tú ahora sólo quédate quieta, y acuérdate de mí siempre que suene esa canción, tu canción, mi canción, nuestra canción...
Tisbe aguardó junto a la fuente de cielos despejados, que reflejaban la ónix nocturna, tan siniestra, tan inquietante...
A cada minuto la ansiedad era mayor, mas finalmente Píramo llegó al lugar acordado.
Al ver la sangre sucia esparcida sobre danzarina hierba, temió por Tisbe y gritó su nombre sin importarle que la bestia estuviera en las cercanías.
Una sombra acechó, cautelosa, desde la penetrante cueva, y la minúscula figura de Tisbe sorprendió gratamente a Píramo cuando ésta lo estrechó entre sus brazos y se descubrió seguidamente el rostro, tan pálido y hermoso como la luna de aquella noche.
Debido al miedo compartido por la simple idea de no volver a verse, decidieron que era hora de aprovechar su presente, y no esperar más por un futuro imposible.
A la mañana siguiente, el sol brillaba con fuerza.
Ambos se citaron en la misma fuente del día anterior, donde, por fin, dieron rienda suelta al rebelde que llevaban dentro, a su descontrolado amor.
Escaparon, juntos por fin, sin rumbo fijo, en busca de una felicidad que, gracias al fuego de una juventud reprimida, fue posible...
Un nublado y lluvioso día, dos valientes guerreros llamados Lotus y Kborne se encaminaron hacia una gran fortaleza llamada Jigora, del reino de Hesed, para liberar de la prisión de un dragón a una bella y hermosa princesa que desde su infancia estaba en la fortaleza. Cuando entraron en la fortaleza, el dragón que protegía su castillo se encaró de forma brusca a los dos guerreros que, sin pensarlo, no dudaron en plantarle cara. Tras varias horas de intensa batalla, consiguieron matar al dragón. Ya retirándose del terreno de batalla, Kborne resbaló a causa de la sangre derramada de la bestia y tiró así a Lotus, y ambos cayeron sobre la sangre del dragón.
Entonces dijo Kborne -¿No notas una fuerza y una agilidad diferente a la que tenías antes?-, y Lotus respondió -¡Sí! ¡Es verdad, me noto diferente!
Extrañados por lo que sentían, fueron en busca de la princesa a lo más alto de la torre donde la bella princesa esperaba su llegada. Cuando los dos guerreros vieron por primera vez a la princesa se quedaron asombrados de tal belleza, y los dos la quisieron para sí mismos.
-¡Al fin alguien que me rescate, benditos seáis valientes caballeros! Mi nombre es Kire, ¿cuál es el vuestro?- dijo la princesa Kira.
-Mi nombre es Kborne, y el suyo es Lotus.- le respondió Kborne.
-¡Está más que claro que la bella princesa Kira se vendrá a mi fortaleza y vivirá conmigo, Kborne!- dijo Lotus es un tono provocador.
-¡Eso no va a ser así, Lotus!- le contestó Kborne.
-Yo decidiré con quién me quedaré, el que gane a un duelo se ganará mi amor eterno- habló Kire.
Kborne y Lotus no pretendían retarse por el simple hecho de haber sido amigos toda la vida, pero no tenían más remedio si querían a la princesa.
-Está bien, nos retaremos, ¿aceptas el duelo Lotus?- dijo Kborne.
-¡Sí! ¡Acepto, y debo decir que iré sin piedad a por ti, Kborne! ¡Y una vez te derrote y consiga a la princesa asediaré a todas las fortalezas del reino de Hesed, incluida la tuya!
Cuando el duelo dio comienzo, ambos sabían que eran inmortales, pero ignoraban que tenían un punto débil. El punto débil de ambos era el cuello y el hombro derecho, pues no los habían mojado en la sangre del dragón.
Kborne cayó al suelo y Lotus le clavó su espada en el cuello, dejándole así muy mal herido. Ahí fue cuando se dieron cuenta del punto débil… Tras haberle vencido, Lotus marchó con la bella princesa Kira y arrasó con todo el reino de Hesed.
Cuando Kborne se recuperó, se adentró en las entrañas de la principal fortaleza de Lotus, enfrentándose así, de nuevo, con él.
-¿Es que no tuviste suficiente Kborne?- dijo Lotus.
-No, Lotus. ¡Quiero más!- exclamó Kborne.
Ambos empezaron a pelear desenfrenada y violentamente sin piedad alguna. Kborne cogió una lanza y se la arrojó a Lotus justo al cuello.
-¡No me mates, Kborne! Acepto mi derrota. ¡Quédate con la princesa y con todas mis fortalezas, pero por favor, no me mates!
Pero Kborne, lleno de ira, le sacó la lanza del cuello y le clavó su espada con más fuerza aún varias veces, dejándole así sin vida.
Pasados unos días, Kborne y Kire se casaron, y decidieron pasar el resto de sus días juntos. En cuanto al pueblo y reino de Hesed, bautizó a Kborne como KBORNE EL HÉROE, por haberle liberado de la desdicha bajo el mando de Lotus.
Érase una vez un barco que se dirigía a Egipto y transportaba a toda la monarquía griega, ya que los griegos habían de conquistar ese reino y expulsar a los turcos.
Nació Panto, el único hijo varón del rey griego, pero, tras nacer, un gran rayo le cayó sobre el hombro izquierdo, aunque, por fortuna o porque Zeus lo quiso así, no le pasó nada y se hizo invulnerable, excepto en esa parte de cuerpo donde le había tocado el rayo.
En Egipto pasó toda su infancia. Fue educado tanto de manera militar como en el estudio de la ciencia. Ya cumplidos los veinte años, era un hombre alto, fuerte, inteligente y muy bien educado. Se le distinguía por su larga melena rubia y por el escudo de oro que llevaba puesto en su hombro izquierdo que lo protegía.
Pero pasado el tiempo tuvo que abandonar Egipto, ya que fue a la guerra para recuperar Atenas que había sido conquistada por los turcos. Pero eso era solo una artimaña, ya que cuando partió todo el ejército griego de Egipto, el verdadero ejército turco conquistó Egipto, matando a todas las personas, incluso a la familia de Panto. Su padre fue torturado por Lexyan, el capitán de los turcos, antes de matarlo, para que le revelara el punto débil de Panto, ya que él y su madre eran los únicos que lo sabían.
Tras enterarse de esto, Panto, con tan solo diez hombres, los más fuertes de Atenas, regresó a Egipto y consiguió recuperarlo entero, ya que mató a todos los turcos (bueno, eso parecía) gracias a que era invulnerable.
Al llegar al palacio real no había nadie, por lo que subió a los aposentos de su padre donde estaban el trono y la corona. Una vez allí, se sentó y se puso la corona, pero sería lo último que haría, ya que Lexyan estaba escondido detrás del trono y, con un rápido movimiento, quitó el escudo de su hombro y le hincó un puñal, el mismo con el que mató a su padre. Al oír el grito de Panto, sus hombres subieron y, cuando vieron lo sucedido, liquidaron a Lexyan.
Y así acabó la guerra entre los turcos y los griegos por conseguir el reino de Egipto, a la que se le llamó La Guerra de los Rayos.